jueves, 30 de agosto de 2012

Milanesas a la parrilla - I -

No sin preocupación vi esta fotografía que me mandó un agente. Se trata de la publicidad de una "Mila a la parrilla", lo cual empieza a generar en mi la intriga propia del que se sabe poseedor del mejor secreto del universo culinario.

Hasta ver ese cartel, yo sentía la exclusividad de haber visto, pero no sólo eso, sino consumido también, una milanesa a la parrilla. Ya el nombre que le da el restaurant Hereford, sito en el Mall Recoleta, puede ser pasible de un planteo de nulidad del bien preciado del pueblo tucumano, más precisamente del barrio de La Ciudadela. Porque allá se llama Milanesa a la Parrilla, así con todas las letras que forman la palabra m.i.l.a.n.e.s.a.

Aquí voy a usar términos originarios del lugar que cada domingo idolatra a la milanesa; confieso que soy uno de los adoradores (hay también adoratrices) de esta ricura. Cuando voy caminando por la calle Bolívar y me acerco a la cancha del Santo, veo las parrillas humeantes con chorizos de Simoca, quiquirimichi con y sin picante, sanguches de ternera y verdura; las facturas y los rosquetes. Pero lo que sobresale para mi es la milanesa a la parrilla. Ahí nomás me pido una; y sale bien cocinada, crocante y sabrosa. Se respira todo ese aire de La Ciudadela y es una delicia de cuerpo entero.

Me pregunto ahora, en esta ciudad inmensa, de tanta gente y en medio de un Mall: ¿será igual?; tengo que ir para encontrar esta respuesta; la necesito, quiero saber si se cumplen los protocolos de elaboración y las estrictas normas que la vieron nacer. Pero, por arriba de todo eso, necesito sentir el olorcito y el sabor de la verdadera milanesa a la parrilla.

Continuará.

martes, 28 de agosto de 2012

29 de agosto - Día del árbol


Si miro al ras del piso, puede ser que aparezcas en segundo plano; pero si elevo mi vista, acompañas a mis ojos en la subida al cielo. Ésa es tu gran virtud, naces en la profundidad de la tierra, ya sea argentina o uruguaya, y caminas rumbo al gris y a veces iluminado firmamento.

La mano del hombre actúa en ciertas fechas y te deja desvestido de ramas y de hojas verdes; queda tu columna vertebral, por donde circula sabia tu vida. Tan sabia es que por más que te dejen apenas unos brazos de los muchos que tuviste, tienes la energía del hombre iluminado sin fin.

Acaso si no bastara con eso, por detrás tuyo te vigilan los boscosos de la distancia; tus amigos y testigos permanentes de tu paso por el universo. Con ramas o sin ramas, con hojas o sin hojas, de frondosa copa o sin ella eres tú el insigne dueño de las llaves de la calles empedradas.

Eres tú, árbol de cualquier cielo y tierra. Y te celebro en tu día.


Fotografía de Colonia del Sacramento, por gentileza del Dr. Julio Doyni.

domingo, 26 de agosto de 2012

Tensión en la panadería




Entré leyendo el cartel que estaba en la puerta de blindex: Cierra sola. Busqué la bandeja y la pinza para servirme las facturas, vi que estaban las vacías al costado de los exhibidores, casi detrás del mostrador. Dos empleadas con uniformes disponían su esmerada atención; en frente de ellas estaba el cajero.


Yo no había sacado número, el numerador estaba detrás de la puerta de entrada; estaba colocado de tal manera que no invitaba u obligaba al cliente a tomar uno al entrar. Entraba mucha gente al local. Yo ya tenía la bandeja vacía y la pinza; cuando doy el paso atrás para mirar las facturas y efectuar la importante selección, una mujer pasó por delante mío en busca de la bandeja vacía.

Por un instante, me hizo perder de vista los cuernitos y las tortillas que ya había apuntado para que mi pinza se dirigiera hacia ellos. Cuando empiezo a cargar los sacramentos, la mujer me dice permiso y pasa para el otro lado. Termino la elección de mi media docena y me paro detrás de una chica que formaba parte de una tímida cola paralela al mostrador. Allí veo que una mujer le dice a una de las empleadas que quería masas finas, bombones y “sanguchitos”. Sonamos, pensé; una menos para atender.

Cuando le tocaba el turno a la chica que estaba delante de mío, la empleada llama al número 32 y una veterana con la bandeja de pan de leche en mano, atropella como si fueran los últimos veinte metros del Carlos Pellegrini en Palermo. Yo no saqué número, pero estaba primero que la señora, dice la chica a la empleada, pero la jocketa de la bandeja apoya la misma en el mostrador enfrente a la empleada, haciendo oídos sordos al reclamo.

El cajero, un canoso que estalla en nervios ante mínimos detalles o diálogos, lo sé por otras compras, decide venir al mostrador y ayudar a la empleada que había quedado sola; la otra, con toda la paciencia encima, le explicaba a su exclusiva clienta cuál era la diferencia entre masas finas y mini facturas. El cajero atiende a la chica que había reclamado, la empleada termina con la jocketa y llama al 33; la mujer de atrás mío pica, pero yo le digo: momentito que estoy yo antes. Pero yo tengo el 33, me dice; no me importa, le digo, yo entré antes que vos.

El cajero, ya nervioso, dice que siempre hay problemas con los números, porque la gente no siempre los saca; pero vos lo tenés que colocar bien, le digo; en un lugar visible y con un cartel que obligue al cliente a retirarlo. No me importa que vos no hayas sacado, me dice la mina; si te atiende a vos, me dice, yo qué hago con el número? Tuve ganas de responderle como si estuviere en la cancha de Boca, pero dije, mejor no.

El cajero le agarra la bandeja a la mina y empieza a envolverle los churros. La empleada envuelve mis dos tortillas, dos sacramentos y dos medialunas. Termina primero ella y me da el tique. Voy a la caja, pero el nervioso está envolviendo todavía los churros. Quien cobra acá le digo. El nervioso, ya medio loco, con el flequillo histérico, me dice: yo, señor, pero no puedo hacer las dos cosas. Vos tenés que estar aquí. Y viene furioso con el tique, la plata de la mina en la mano y… le cobra a ella!!

Me cobra a mí y me dice: la gente está muy nerviosa.

Salgo, camino apurado porque ya habría empezado el segundo tiempo de Boca – Unión.

26 de agosto de 1914 - Nacimiento de Julio Cortázar




Cortázar dijo que la literatura es un conjunto de puentes que unen diversos mundos. A modo de homenaje,  en su aniversario, traigo un resumen del cuento Los Venenos (Final del Juego - 1956) que es considerado como autobiográfico. Para mi ha sido importante conocer este cuento, porque me ha mostrado cómo el amor va creciendo a la par de la persona.

Cuando leo y releo este cuento, al cual conocí un sábado de lectura colectiva en el Bar Bonjour de Coronel Díaz y Guemes, me siento uno de los personajes.

He aquí el texto:

Es un niño el que nos habla en primera persona, a su modo y a sus tiempos. Para el narrador, la tranquilidad del verano en Banfield se ve afectada por la llegada del tío Carlos y una máquina para matar hormigas, que será objeto de su atención y entusiasmo por unos días. El relato se adentra con sutileza en la configuración típica de estos días de verano en las pequeñas ciudades: las horas interminables buscando algo para hacer; el billiken, los juegos en el patio -terreno de aprendizaje de todo niño-, y el recreo durante la siesta. El foco de atención pasa lentamente de la máquina para las hormigas (descrita y analizada con la inocencia y el infinito asombro de los niños) a la relación entre el recién llegado primo Hugo, la hermana del niño y Lila, una vecina de la casa de al lado. Es aquí donde el lector se deja llevar de la mano por la pluma de Cortázar hacia un final inesperado que hace resignificar el título “Los venenos”: un día después de la partida de Hugo, mientras el niño ayuda a su tío Carlos con la máquina, descubre sin querer que su primo le regaló a Lila una hermosa pluma de pavo real que sólo mostraba a ciertas personas. Desilusionado y lleno de ira, vuelve hacia la máquina de matar hormigas, recargándola de veneno, sin importarle que con su humo podía llegar a matar un jazmín que él le había regalado a Lila y que se hallaba en su jardín. Lleno de tristeza y desazón por haber sufrido el primer gran desamor.

sábado, 25 de agosto de 2012

El peluquero


Domingo Leal ha sido mi primer peluquero. Ramón me llevaba a la casa de Domingo y a los dos nos cortaba el pelo. Primero a mi tío, mientras yo estaba sentado en un banco de madera mirando como le cortaba. Era un patio de tierra, con una silla bajo la sombra de una parra, bajo el sol y el cielo azul de Tafí, en la casa al pie del cerro.

Había gallinas que andaban por ahí, un perro, un gato, nosotros y María, la señora de Domingo. Yo había ido al casamiento de ellos en Vipos. Ella hacía las cosas de la casa; estaba en la cocina. Me preguntaba si quería tomar el mate cocido antes o después del corte. Después le decía yo. Domingo y Ramón hablaban y se reían.

Cuando me tocaba a mí, me sentaba en esa silla; Domingo empezaba la tarea, me preguntaba cómo iba en la escuela y de que cuadro era: de Mitre y de Boca, le decía yo. Él era de Juventud y de River, todo lo contrario. Yo no veía la hora de que terminara de cortarme para tomar el mate cocido. Ya la María estaba poniedo la mesa para la merienda cuando el sol empezaba a caer; el manto de la tarde parecía bajar del cerro y esa sombra gigantesca que caminaba hacia abajo por la San Juan iba envolviendo el patio y la casa.

La mesa de la merienda tenía un hule a cuadros. María, Domingo y Ramón tomaban mate en bombilla; para mí habían servido mate cocido en un jarro amarillo con el borde verde y una cuchara grande metida en el jarro; había una azucarera y un plato con tortillas chatas. Que placer. Que lindo revolver el mate cocido bien verde oscuro con la cucharada de azúcar blanca como las nubes que nos habían acompañado a la casa peluquería de Domingo.

Así de simple era una tarde de peluquería para mi; así de profunda ha sido la enseñanza que me dejaron María, Ramón, Domingo con su tijera y su espejo.


viernes, 24 de agosto de 2012

24 de agosto: Día del Lector





ODA AL LIBRO (II)(Pablo Neruda - Odas elementales)

LIBRO
hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
a elemento,
eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos,
fogatas
cerca del Mississippi,
canoas
en las islas,
más tarde
caminos
y caminos,
revelaciones,
pueblos
insurgentes,
Rimbaud como un herido
pez sangriento
palpitando en el lodo,
y la hermosura
de la fraternidad,
piedra por piedra
sube el castillo humano,
dolores que entretejen
la firmeza,
acciones solidarias,
libro
oculto
de bolsillo
en bolsillo,
lámpara
clandestina,
estrella roja.

Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria.
Vive y cae
como todos los frutos,
no sólo tiene luz,
no sólo tiene
sombra,
se apaga,
se deshoja,
se pierde
entre las calles,
se desploma en la tierra.
Libro de poesía
de mañana,
otra vez
vuelve
a tener nieve o musgo
en tus páginas
para que las pisadas
o los ojos
vayan grabando
huellas:
de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
entre la espesura,
las altas arboledas,
los planetas
polares,
y el hombre
en los caminos,
en los nuevos caminos,
avanzando
en la selva,
en el agua,
en el cielo,
en la desnuda soledad marina,
el hombre
descubriendo
los últimos secretos,
el hombre
regresando
con un libro,
el cazador de vuelta
con un libro,
el campesino arando
con un libro.

24 de agosto de 1899 - Nacimiento de Jorge Luis Borges





El Amenazado de J. L. Borges

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La
hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición el aprendizaje de las palabras que Usó
el áspero Norte para cantar sus yeguas y sus espadas, la serena amistad,
Las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven
de amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche
intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo, es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya voz el hombre se levanta a la
del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la
sombra no ha traído la paz.
Es ya lo se, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, y la espera
la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus Mitologías, con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me hordas las cercan,.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Mis diplomas

Estos son algunos de mis diplomas. Los obtuve sin haber militado en política en mi escuela primaria. Tal vez, si así lo hubiera hecho, hoy tendría otros y más que éstos. Me los gané a base del sudor del estudio, la lectura y la aplicación; lejos, todos esos valores de los que hoy se profesan. Para mi son un orgullo que a diario veo en mi pared.

Para adaptarme al tiempo que corre, debo decir que  hago militancia; eso si, del desasosiego, la desesperanza y del escape de los sueños, por como está y se florea el país.


viernes, 17 de agosto de 2012

Don José de San Martín, el hombre irrepetible




Nada se habla de él en el día de su paso a la eternidad. Importa más que el lunes 20 no se trabaja que recordarlo como se merece; ha sido el hombre que destruyó el imperio español en estas tierras. El que los echó de América del Sur. El hombre que es el Padre de la Patria, que recorrió kilómetros y kilómetros para dejar libres a nuestro pueblo, a Chile y a Perú.

Cuando murió su esposa, San Martín volvió a Europa junto a su hija Mercedes y se dedicó a la educación de ella; escribió las Máximas para su hija, aquí las tenemos:

    1°        Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una Mosca abriendo la ventana para que saliese: Anda, pobre Animal, el Mundo es demasiad grande para nosotros dos.

    2°       Inspirarla amor a la verdad y odio a 1a mentira.

    3°       Inspirarla gran Confianza y Amistad pero uniendo el respeto.

    4°       Estimular en Mercedes la Caridad con los Pobres.

    5°       Respeto sobre la propiedad ajena.

    6°       Acostumbrarla a guardar un Secreto.

    7°       Inspirarla sentimientos de indulgencia hacia todas las Religiones.

    8°       Dulzura con los Criados, Pobres y Viejos.

    9°       Que hable poco y lo preciso.

    10
    °      Acostumbrarla a estar formal en la Mesa.

    11°      Amor al Aseo y desprecio al Lujo.

    12°      Inspirarla amor por la Patria y por la Libertad.



jueves, 16 de agosto de 2012

El bombisto


Julio San Martín supo darle al bombo en las guitarreadas de la noche taficeña. Cuando el grupo de amigos tomaba, entre otras cosas, las guitarras para cantar, él agarraba el bombo. Cuando los changos templaban sus guitarras, Julio San Martín ajustaba los tientos del bombo, probaba el sonido del cuero peludo y el aro de madera.

Sabía que la primera canción que entonarían los changos sería una zamba, y practicaba despacio el ritmo que él solo escuchaba para ver si le salía bien. De pronto, uno de los cantores decía: se va la primera y empezaban las guitarras. A la voz de adentro, empezaban el canto de la poesía musicalizada; ahí entra el bombo también y vibraban los vidrios del aparador del comedor. Su hermano le hacía un seña de "metele más despacio" y él hacía caso en el acto.

Así iba acompañando la canción, miraba a los changos del "público"; algunos le hacía un salud con el vaso arriba. Otros hacían algún paso de zamba, no importa si era carpera o no, pero la poesía de la zamba iba mostrando los estados de ánimo con cada nota de las guitarras, las voces y el bombo. Final, aplausos y gritos de otra.

El grupo, sin mediar diálogo con el auditorio, empezaba con los acordes de una chacarera y allí el mundo folklórico de aquella casa explotaba; había gritos cual si fuera la caballería al ataque, había mezcla de sapucai con adaptaciones norteñas. Cuando entraba el bombo, otra vez los gritos y las palmas acompañaban. Que fiesta, qué lindo era eso.

Los changos, las guitarras, el bombo, los vasos, el vino y la alegría, siguen por allá, por mi tierra; yo, el bombisto de otrora, aquí, solo con el recuerdo; pero no tan así, con el recuerdo y retumbo en el pecho.



Julio San Martín, en CABA 16 de abril de 2022

martes, 14 de agosto de 2012

Esperando llegar pronto...






Faltan dos horas para que empiece el partido. Deja el auto en Jean Degaré y Balcarce. Camina por la avenida hacia El Bajo, llega a la esquina con la Avenida Paseo Colón, espera el 152 para ganar tiempo y llegar antes a Pinzón y Zolezzi donde está el primer control de Boca, donde hay que pasar “con el carnecito en la mano” y dejarse cachear por la cana.  Si uno llega sobre la hora, allí tiene que meterse en el scrum de los socios de Boca y empujar corriendo el riesgo de recibir algún palo de la Infantería.

Por eso el apuro de tomar el colectivo. Viene el 152, se acerca en medio del “río de vehículos”, como dijera Borges en “Delia Elena San Marco”, le hace señas, el bus para casi pasando la parada, de adentro salen manos, brazos, banderas y gritos de la 12. Él va a subir igual; pero la puerta no se abre, mira la del medio que está abierta. Ve que el chofer le hace señas de que abra la puerta con la mano, lo hace, unos tipos de adentro le ayudan a abrir y sube.

Señores yo soy de Boca desde la cuna…”; “River compadre….”; “Boca no tiene papá…” son las letras de las canciones que ensordecen en el interior del colectivo; hay cantos, gritos, risas, malas palabras, gestos de lo peor, golpes con la palma de la mano a las ventanillas, al techo, a las puertas. Hay vino también que circula como si fuera un mate, de mano en mano y de boca en boca, hay olor a vino tinto, hay colores azul y amarillo en gorros, camperas, camisetas, pantalones, vinchas, pulseras; hay también miedo.

La gente que ha tomado ese colectivo sin saber que en Retiro iban a subir los muchachos permanece inmóvil con la mirada fija hacia el frente, esperando llegar pronto. Hay una parada inmediatamente después del Parque Lezama; el colectivo hace stop, el chofer le dice a un hombre que está cerca de la puerta que le abra a la chica que quiere subir. El hombre lo hace y la chica sube, se le transforma la cara cuando ve el fondo del colectivo; ahora hay también humo de fasos. El chofer le dice al hombre que él no puede abrir la puerta porque desde atrás le cortaron el sistema de aire y se le anularon sus controles.

Hay más gritos y cantos amenazantes hacia las gallinas, los cuervos y los rojos; llega la parada del campito de Casa Amarilla, estos se bajan aquí, piensa él y así ocurre.  Empiezan a bajarse a los empujones los barras al grito de “vamo a quemar el gallinero…”; el chofer pone en marcha el bus, “pará puto”, grita uno que estaba juntando en una botella cortada lo que había quedado en las botellas y cajas de vino, de cerveza que dejaron los otros al bajar; se estaba armando una especie de la tan mentada “jarra loca” que hoy impera en la descontrolada sociedad nocturna de esta democracia que nada lo ve y que todo lo deja hacer.

A él le quedó la intriga de cómo el chofer pierde el control de las puertas cuando viajan los que nunca hicieron amistades. Pregunta y el chofer le dice, “es que accionan la perilla de la  salida de emergencia y eso me deja sin control el aire de las puertas”; él mira el botón rojo de emergencia que está sobre la puerta del medio; “ése es”, dice el chofer mirándolo por el espejo. ¿Lo puede apretar?, pregunta el chofer. Él mira alrededor y ve las caras aliviadas de todos los que habían compartido el temeroso viaje con la barra.  Mira bien, por si quedó alguno agazapado por ahí. No hay ninguno de esos personajes; se va caminando agarrándose de los caños amarillos y aprieta el botón. El chofer acciona el mecanismo y la puerta se cierra.

“El otro también, por favor”, le dice el chofer, “el que está al fondo arriba de la puerta de atrás”. Él siente un frío en la espalda pero ya es como si fuera el responsable de que las puertas se cierren. Camina hasta el fondo y lo hace. El chofer lo mira por el espejo y levanta su pulgar; él camina hacia delante y ve que está llegando a la parada de Brandsen; se tiene que bajar. Para el colectivo, se abre la puerta, lo mira al chofer que está más relajado y sonriente. Él le dice chau con la mano, el chofer lo mira por el espejo, le dice: “chau y gracias señor”.

Él se baja y se encuentra con otro grupo que viene cruzando la calle con el grito al unísono de “Como me voy a olvidar, gayina…”; él acelera un poco el paso y dobla hacia la izquierda por la calle Pinzón. Toma aire y piensa: ya estoy cerca.

Camina unos pasos con su corazón acelerado y recapacita: ¿a qué me estoy acercando?




miércoles, 8 de agosto de 2012

Copa Argentina - Boca Campeón



Volvió Boca al festejo del fútbol. Otra vez Campeón. La Copa Argentina ya tiene dueño; es Boca Juniors el mejor equipo del país, de todas las categorías del fútbol argentino. Ahí están los jugadores con la nueva camiseta; en San Juan también estuvo presente la hinchada, la más seguidora; las banderas que veo en la Baja Sur estaban al pie de la Cordillera. Ahí estuvo el Pochi Chávez manejando el equipo; como yo se lo pedí y como yo creo que puede hacerlo. Aguante Boca, el más grande de la Argentina, ahora con un título de estreno. Fuerza Boca, hay que seguir adelante.

lunes, 6 de agosto de 2012

El Pochi Chávez


El Pochi Chávez será el conductor de Boca Juniors. Porque Boca tiene que tener un enganche; el 4-4-2 no es para mi; mi equipo tiene que tener el 10. Es difícil ese puesto en Boca; hay que manejar al equipo, armar juego, generar situaciones, explotar la jugada cerca del área de ellos, meter el pase justo para el nueve o para el pique del 8. Ahora que se fue Román, el mejor 10 de la historia de Boca, el Pochi Chávez tendrá que asumir el rol que tenía Riquelme.

sábado, 4 de agosto de 2012

De compras en carretilla


Estábamos con Ramón sentados en el patio abajo de la parra; eran las cinco de la tarde de un mes de octubre, el sol ya no era el de la primavera, estaba un poco más caliente; el cerro, testigo de siempre, se veía allá a los lejos rodeado de nubes blancas.
Doña Nelly salió de la casa con un papel en la mano, se lo dio a Ramón y le dijo: éste es el pedido. Ramón lo dobló muy parejito, prolijamente y lo puso en el bolsillo derecho de su camisa beige de Grafa. Vamos Jota, me dijo. Yo ya estaba listo, me fui hasta la mitad del patio y agarré la carretilla que estaba apoyada en la tapia que daba a la casa de Doña Marta.

La traje hasta la parra, Ramón ya se había puesto el sombrero y ajustado el pañuelo negro de su cuello. Yo salí con la carretilla por el pasillo del costado a la vereda, él iba atrás; nos saludó don Carmelo que estaba sentado en la entrada de su casa con un pantalón piyama celeste y una camiseta blanca.  Salimos a la vereda y bajé a la calle con la carretilla, la puse al costado mirando hacia la avenida y me subí.
Ramón agarró la carretilla y emprendimos el viaje hacia la Cooperativa.

La Balcarce hasta la Bolívar era de tierra. Allí empezaba el asfalto, la rueda hacía más ruido. Cruzamos la Rivadavia, la Paysandú, la Centenario y llegamos a la Avenida. Yo miraba las casas, los tarcos, la platabanda; doblamos en el Cine Metro y entramos en la recta final.
Ya en la Cooperativa, Ramón sacó el papel de su bolsillo y se lo dio a Don Farías, que empezó a armar el pedido: fideos entrefinos, choritos, lengua i’ pájaro, arroz, azúcar, yerba, galletitas fideo, polenta, y harina. Mientras preparaban el pedido yo me iba al otro salón y veía la ropa; será que desde allí viene mi gusto por ver las vidrieras.

Llevamos las cosas a la carretilla, me subí y empecé a acomodar los paquetes alrededor mío; me había sentado mirando para atrás, es decir, de frente a Ramón. Él ya estaba en su puesto, levantó la carretilla y empezó el regreso. Ramón decía que nunca había que volver por el mismo camino por donde se había ido, así que agarramos otras calles rumbo a la casa.
Lo miraba a Ramón y lo veía cansado. Transpiraba, las gotas de sudor le caían por debajo del sombrero. Yo sentí algo en la nariz y me salía sangre. Ramón me vio, paró, sacó un pañuelo blanco del bolsillo de atrás del pantalón; me limpié la nariz y apreté el pañuelo en el lado por donde me salía. Ramón agarró la carretilla y empezó a caminar más rápido.

Él no podía caminar bien, arrastraba el pie derecho y se esforzaba por ir más rápido. Yo me tapaba la nariz y sentía que ya no salía sangre, pero Ramón seguí caminando con fuerza. Sus botines duros, caminantes del suelo taficeño le daban un paso firme de vuelta a mi casa. De un salto me bajé y empecé a caminar junto a él. Lo agarré de la muñeca como tratando de ayudarle, como si el envión de mi mano le aliviara el peso de la carretilla. Paramos para descansar en la esquina de la Bolívar y la Chacabuco.
Volvimos a la casa. Mi mamá nos estaba esperando con el mate para Ramón y el mate cocido para mí. Abrí el paquete de las galletitas fideo y me comí varias; le di a Ramón pero él no comía nada dulce.  

Así recuerdo las tardes de compras en carretilla; así recuerdo a Ramón, mi tío querido del alma. Todavía siento que me lleva cuando voy por ahí; si estoy en Tafí miro las calles del recuerdo de aquel trayecto y me parece que allí vamos los dos camino a la Cooperativa; él con su sombrero y su pañuelo negro al cuello; yo mirando el recorrido de ida y de frente a él en el regreso. Su cara, sus manos y su voz están todavía en mi. "Vamos, Jota"; vamos Ramón.

 Julio San Martín
Bs. As., 04 de agosto de 2012

viernes, 3 de agosto de 2012

Boca con nueva novia

Habrá que volver al templo del fútbol a conocer a la nueva novia de todos los hinchas de Boca. Aunque sea nueva, ya sabemos que la queremos. Allí estaremos en el primer partido de local. Vamos Boca, te va a quedar muy bien. Colores de Boca y pasión, un solo corazón.

jueves, 2 de agosto de 2012

"Inspector del cielo nocturno"


El título lo escribió 
Pablo Neruda en su autoretrato.

Hago mía la frase porque
cada cielo en la noche
me dice si te ves o no.

Si miras el cielo de
la noche, con tus ojos
de luna, te encontrarás
en alguna estrella.

Si yo como inspector,
quisiera encontrarte en el cielo,
subiría en tu mirada de luz
y caminaría entre las estrellas.

En una de ellas estarás.
Será la que más brille,
será la que más mirará 
el inspector del cielo nocturno.