viernes, 5 de octubre de 2018

Dueña en mi corazón

¡Ay! España,
A la memoria de Don Roberto Buceta
¡Ay! España,
¡Cuánto dolor!
Ahora que tengo
Dueña en mi corazón,
¡Ay! España,
¡Cuánto dolor!
Siento tus manos
Buenas que pasan
Sobre mí.
Escucho tu voz
Del Norte que me llama
Y alienta, pero sufro:
¡Ay! España,
¡Cuánto dolor!
La zeta es mi voz,
De castañuelas y coplas
Del pueblo,
De los ajos de la tierra,
Que lejos están todos
Y yo me voy.
Esquina de Flores,
Te veo en mis sueños,
Tarde que florece
Me apetece.
No me duele un poquito
¡Ay! España, ¡Cuánto dolor!
Virgen de los Ojos Grandes, 
He dado mucho,
Tengo amor para dar,
Llévame contigo allá.
Julio San Martín, CABA, 24/9/2018

jueves, 12 de julio de 2018

12 de julio - Día del barrio de La Paternal




Dice la historia que hacia el año 1827 se creó un pueblo llamado Chorroarín donde se instalaron colonos alemanes. Luego se llamó La Paternal por una compañía de seguros que loteaba en el lugar y construía casas para los obreros.
Si bien el barrio no integra el paseo turístico de la ciudad se encuentran en él muchos lugares ricos en emociones; uno de esos es el puente de avenida San Martín que va desde el cruce con Punta Arenas hasta Chorroarín, se inauguró en 1923 y desde 1994 se lo conoce como Puente Julio Cortázar, porque el escritor vivió cerca y lo nombró en su obra.
El otro lugar es un símbolo futbolístico porque allí se encuentra el estadio Diego Armando Maradona y que pertenece al club Argentinos Juniors. El máximo ídolo del fútbol argentino jugó 5 años en ese club en primera división y es todavía el máximo goleador de la institución.
Para mi, ese estadio guarda un conmovedor recuerdo, porque allí fui a ver un partido de Argentinos contra San Martín por última vez junto a mi papá.
Como no querer a este barrio! Arriba La Paternal!

Julio San Martín
CABA, 12 de julio de 2018

domingo, 8 de julio de 2018

Feliz día de la Independencia





CIELITO DE LA INDEPENDENCIA
Letra de Bartolomé Hidalgo (1788 - 1822)
Si de todo lo criado
es el cielo lo mejor,
el "cielo" ha de ser el baile
de los Pueblos de la Unión.
Cielo, cielito y más cielo,
cielito siempre cantad
que la alegría es del cielo,
del cielo es la libertad.
Hoy una Nación.
Feliz Día de la Independencia, amigos.

jueves, 5 de julio de 2018

Oda a la edad - Pablo Neruda

ODA A LA EDAD
Yo no creo en la edad.
Todos los viejos 
llevan
en los ojos 
un niño, 
y los niños 
a veces 
nos observan
como ancianos profundos.

Mediremos 
la vida 
por metros o kilómetros 
o meses? 
Tanto desde que naces? 
Cuanto
debes andar 
hasta que 
como todos
en vez de caminarla por encima 
descansemos, debajo de la tierra?

Al hombre, a la mujer 
que consumaron 
acciones, bondad, fuerza,
cólera, amor, ternura, 
a los que verdaderamente 
vivos
florecieron
y en su naturaleza maduraron, 
no acerquemos nosotros 
la medida
del tiempo 
que tal vez 
es otra cosa, un manto 
mineral, un ave 
planetaria, una flor, 
otra cosa tal vez, 
pero no una medida.

Tiempo, metal 
o pájaro, flor 
de largo pecíolo, 
extiéndete
a lo largo 
de los hombres, 
florécelos
y lávalos 
con
agua
abierta
o con sol escondido. 
Te proclamo 
camino
y no mortaja, 
escala
pura 
con peldaños 
de aire, 
traje sinceramente 
renovado 
por longitudinales 
primaveras.

Ahora, 
tiempo, te enrollo, 
te deposito en mi
caja silvestre 
y me voy a pescar 
con tu hilo largo 
los peces de la aurora!

Pablo Neruda - Tercer libro de las odas

sábado, 9 de junio de 2018

Los primos
















9 de junio, día del Primo
Mis primos César, Antonio y Teresita Diaco vivían enfrente de mi casa; con César y Antonio hemos jugado muchos partidos en la Balcarce, en la calle primero de tierra y después asfaltada. Recuerdo sus cumpleaños en su casa, con el clásico chocolate que a mí no me gustaba, por lo que me hacían mate cocido y con eso era una fiesta compartir sus festejos. Antonio es el único de la familia que llama por mi segundo nombre: Jordán. César recuerda siempre cuando escuchábamos a José Feliciano cantando La Copa Rota. Gran contador de anécdotas mi primo César, siempre recuerdo cuando me contaba su viaje en bicicleta para ir a trabajar muy temprano a la mañana y lo corrían los perros.
Juan Ángel, Daniel, Susana y Francisco Mena son mis primos que vivían en la otra cuadra de mi casa, a la par de Don Ruperto Carrizo; allí yo iba a jugar con ellos. Tenían un patio muy grande a la entrada de la casa, ahí hemos pasado lindas siestas y varios carnavales felices. Juan Ángel ya no está con nosotros en esta vida; él compró la casa de mi mamá y vivió allí, yo lo visité y así volví a estar donde yo vivía después de mucho tiempo. Apaya, Daniel, ha sido un gran deportista, muy buen jugador de básquet en Juventud y de fútbol de Mitre, araca. Gracias a él he visto emocionantes partidos de básquet y así me acerqué a ese deporte tan lindo. Recuerdo cuando bailé el vals de los 15 con mi prima Susana, hoy gran artista de la pintura. Con Francisco jugábamos en el fondo de mi casa y nos pateábamos penales.
Miguel Ángel, María Cristina y Alberto Diaco son mis primos de la calle Laprida. Ellos tenían una casa con un fondo inmenso con muchos ciruelos y naranjos que recorríamos degustando esas frutas tan ricas. Con Miguel Ángel me encontré una vez en la puerta del mercado en la calle San Martín, fue en una de las veces que yo volví a visitar Tafí, y me invitó a almorzar en su casa; a Cristina la vi en su casa junto a su familia y recuerdo una vez que fuimos a cenar en lo de Cirilo cuando estaba en Juventud. Con Alberto tuvimos la intrépida aventura de ir en moto hasta San Pedro de Colalao a comer humitas.
Estelita y Anita Soto son mis primas de la calle Perú, casi esquina Reconquista. A ellas siempre recuerdo cuando venían a mi casa y jugaban en la vereda; los varones jugábamos a la pelota y ellas nos miraban. Estelita se ha ido al cielo hace poco, ha vivido un tiempo con nosotros aquí en Buenos Aires. Con Anita y su familia hemos compartido la playa en Mardel; siempre la admiré por su vocación de maestra y por la noble tarea que realiza desde la educación.
Julia Margarita y María Felipa Lescano son mis primas que vivían en la calle Rivadavia, en la casa del abuelo Julio. Desde muy chicas han venido a vivir en Buenos Aires; cuando yo vine a vivir aquí ellas me han ayudado mucho y estuvieron siempre cerca de mí por lo que necesitara. Desde el primer día, ellas junto a sus familias acompañaron a nuestra familia en la nueva etapa que emprendíamos.
Noelia y Arístides Diaco, Horacio Diaco, Nélida Rosa Cativa y María Elena Lescano son mis primos de Buenos Aires. A pesar de la distancia, nos conocimos desde la infancia porque yo venía a Buenos Aires desde chico y también ellos iban a Tafí. Horacio jugaba muy bien a la pelota, se pasaba largos veranos en Tafí; recuerdo una vez que jugábamos en la canchita que está enfrente a la escuela 46 y hacía mucho calor, había mosquitos y nosotros, los locales, nos poníamos ramitos de ruda en la oreja para que no se acercaran los mosquitos, y Horacio no se quería poner. Nélida Rosa y María Elena vinieron mucho a mi casa en Tafí. María Elena vino una vez a Tucumán justo cuando estaba por dar un recital Manal en la ciudad y me enseñó a teñir con anilina una remera, a la que previamente le habíamos hecho unos nudos para que el teñido saliera con ciertos efectos.  Noelia y Horacio son mis primos más chicos, hemos compartido lindos momentos aquí en Buenos Aires, como el casamiento de Noelia, el tiempo que ella trabajó conmigo, el bautismo de su hijo; con Arístides nos une la pasión por el fútbol, también ha estado en mi oficina trabajando y recuerdo siempre sus anécdotas para reírnos un poco.
En este somero relato quiero saludar a mis primos hermanos en este día. A todos los quiero mucho y los recuerdo siempre; si bien no estamos juntos o cerca, como en las felices épocas de la infancia o adolescencia, les quiero decir que los tengo y tendré presente en mis más preciadas reminiscencias que, eternamente, nos han unido.


Julio San Martín
CABA, 09/6/2018

miércoles, 30 de mayo de 2018

Todo desemboca en la poesía


De algún modo, se trate de música, de fotografía o de pintura, todos los caminos parten o desembocan en la poesía, en lo que la poesía irradia y significa; la visión del poeta y su relación con la experiencia y la representación, el tiempo y la disposición que requiere la poesía, el ahogo por sobreabundancia de estímulos y “bienes” culturales, los rituales a la hora de escribir, poemas escritos y poemas recibidos, hasta preguntas que solo pueden ser respondidas desde lo provisorio y singular: qué es la poesía, cómo funciona el lenguaje, por qué se escribe.

Fragmento del texto escrito por Mario Nosotti, en su artículo “Nomadismos, afectos y disidencias” comentando el libro Glosa Continua, de Mercedes Roffé. (Revista Ñ del 26/05/2018, página 23)

miércoles, 16 de mayo de 2018

El ámbito del estudio






En los últimos días estuve estudiando una materia para rendir en el posgrado de Tributación que estoy haciendo. Fiel a mi costumbre de leer en voz alta (es el método más apropiado para mí para entender y captar todos los detalles del párrafo) pasé un buen lapso frente al libro y la Ley de Impuesto a las Ganancias, como así también con resoluciones, dictámenes y jurisprudencia.

Pero lo anecdótico del tiempo de estudio ha sido el recuerdo que me invadió otra vez y me llevó a mi época de estudiante en mi casa de Tafí. Uno es el hoy y el ayer. A pleno sol de la tranquila mañana taficeña me sentaba en el patio de atrás y hacía que las hojas de la parra hicieran sombra sobre lo que me aprestaba a leer.

Así veía el texto con total claridad, hasta las palabras se hacían más expresivas y, con el sonido de mi voz, el texto leído iba grabándose en mi mente con conceptos que aún hoy están presentes.
A medida que avanzaba el tema, con la lectura que iba prolongándose, me paraba y empezaba  a caminar siempre leyendo en voz alta. Me dirigía al fondo trazando un camino no marcado que iba paralelo a la tela de doña Marta. En mi marcha estudiosa, levantaba una pierna para sortear las begonias y los malvones, luego la otra pierna todo en armonía sin perder una línea del párrafo que iba estudiándose.

Ahí venía el níspero con su fresca sombra, me hacía agachar la cabeza para esquivar sus hojas duras y verdes como el color del rocío, si lo tuviera. Dejado atrás el níspero, había una planta de granada y una de rosas, aquí hacía un paso hacia la derecha, como en el tango, y me desplazaba hacia la soga con la ropa tendida.

El paso firme del estudiante en vivo llegaba al gallinero. Con una mirada hacía un rápido inventario de las gallinas, algunas con las alas recién cortadas, y del gallo. El viejo lavatorio con aguas para ellos, el resto del maíz esparcido por el piso y la planta de matos. Miraba si había quedado algún huevo por recoger y empezaba de nuevo la lectura que, por unos instantes se había suspendido.
Iniciaba ya un viaje de regreso por el otro costado del fondo. La planta de limón, alta, esbelta, verde y fresca me hacía suave sombra. La tapia nueva, recientemente construida, con ladrillos rojos y restos del olor todavía al cemento de la mezcla. El horno de barro  me veía pasar metido en el texto de la lección de aquel día. Sabía de mí el horno, porque yo era el ayudante de mi papá cuando lo prendía. 

Yo lo ayudaba a meter la leña para encender el fuego y después él me mandaba a buscar afatas para hacer una escoba y barrer las brasas.
Luego estaba de vuelta en mi lugar de inicio con el texto trasmitido por completo a mi mente y feliz por el paseo sabroso e interno del fondo de mi casa, siempre con la custodia segura y serena de los cerros vecinos.

Hoy estoy aquí, en otro ámbito; gracias a la sombra de la hoja de parra, a las begonias y los malvones, al níspero, a la granada y las rosas, a la ropa tendida de la soga, al gallinero, al limón, a la tapia nueva y al horno de barro y a mi patio, hoy estudio los altos niveles de la tributación.
Ahí estaba yo, en mis comienzos, junto al patio, al gallinero, los cerros azules y el cielo dueño de mi casa.

Ahora aquí estoy; sólo yo.


Julio San Martín
Buenos Aires, 27 de octubre de 2014




martes, 10 de abril de 2018

"El poder de la poesía", Pablo Neruda



Ha sido privilegio de nuestra época -entre guerras, revoluciones y grandes movimientos sociales desarrollar la fecundidad de la poesía hasta límites no sospechados. El hombre común ha debido confrontarla de manera hiriente o herida, bien en la soledad, bien en la masa montañosa de las reuniones públicas.

Nunca pensé, cuando escribí mis primeros solitarios libros, que al correr de los años me encontraría en plazas, calles, fábricas, aulas, teatros y jardines, diciendo mis versos. He recorrido prácticamente todos los rincones de Chile, desparramando mi poesía entre la gente de mi pueblo.

Contaré lo que me pasó en la Vega Central, el mercado más grande y popular de Santiago de Chile. Allí llegan al amanecer los infinitos carros, carretones, carretas y camiones que traen las legumbres, las frutas, los comestibles, desde todas las chacras que rodean la capital devoradora. Los cargadores -un gremio numeroso, mal pagado y a menudo descalzo-pululan por los cafetines, asilos nocturnos y fonduchos de los barrios inmediatos a la Vega.

Alguien me vino a buscar un día en un automóvil y entré a él sin saber exactamente a dónde ni a qué iba. Llevaba en el bolsillo un ejemplar de mi libro España en el corazón. Dentro del auto me explicaron que estaba invitado a dar una conferencia en el sindicato de cargadores de la Vega.

Cuando entré a aquella sala destartalada sentí el frío del Nocturno de José Asunción Silva, no sólo por lo avanzado del invierno, sino por el ambiente que me dejaba atónito. Sentados en cajones o en improvisados bancos de madera, unos cincuenta hombres me esperaban. Algunos llevaban a la cintura un saco amarrado a manera de delantal, otros se cubrían con viejas camisetas parchadas, y otros desafiaban el frío mes de julio chileno con el torso desnudo. Yo me senté detrás de una mesita que me separaba de aquel extraño público. Todos me miraban con los ojos carbónicos y estáticos del pueblo de mi país.

Me acordé del viejo Lafferte. A esos espectadores imperturbables, que no mueven un músculo de la cara y miran en forma sostenida, Lafferte los designaba con un nombre que a mí me hacía reír. Una vez en la pampa salitrera me decía: "Mira, allá en el fondo de la sala, apoyados en la columna, nos están mirando dos musulmanes. Sólo les falta el albornoz para parecerse a los impávidos creyentes del desierto."

Qué hacer con este público? De qué podía hablarles? Qué cosas de mi vida lograrían interesarles? Sin acertar a decidir nada y ocultando las ganas de salir corriendo, tomé el libro que llevaba conmigo y les dije:

-Hace poco tiempo estuve en España. Allí había mucha lucha y muchos tiros. Oigan lo que escribí sobre aquello.

Debo explicar que mi libro España en el corazón nunca me ha parecido un libro de fácil comprensión. Tiene una aspiración a la claridad pero está empapado por el torbellino de aquellos grandes, múltiples dolores.

Lo cierto es que pensé leer unas pocas estrofas, agregar unas cuantas palabras, y despedirme. Pero las cosas no sucedieron así. Al leer poema tras poema, al sentir el silencio como de agua profunda en que caían mis palabras, al ver cómo aquellos ojos y cejas oscuras seguían intensamente mi poesía, comprendí que mi libro estaba llegando a su destino. Seguí leyendo y leyendo, conmovido yo mismo por el sonido de mi poesía, sacudido por la magnética relación entre mis versos y aquellas almas abandonadas.

La lectura duró más de una hora. Cuando me disponía a retirarme, uno de aquellos hombres se levantó. Era de los que llevaban el saco anudado alrededor de la cintura.

-Quiero agradecerle en nombre de todos --dijo en alta VOZ---. Quiero decirle, además, que nunca nada nos ha impresionado tanto.

Al terminar estas palabras estalló en un sollozo. Otros varios también lloraron. Salí a la calle entre miradas húmedas y rudos apretones de mano Puede un poeta ser el mismo después de haber pasado por estas pruebas de frío y fuego?





en Confieso que he vivido, 1974

martes, 2 de enero de 2018

El Dr. Piqué


Después de la triste y movilizante noticia de ayer, de la partida del amigo Hachi Piqué y mirando la foto de la última reunión que compartimos en octubre de 2010 en Nueva Esperanza, busqué entre mis recuerdos alguna anécdota que hubiéramos tenido con el querido amigo El Tero Piqué. Encontré varias, como las de las noches en Tafí Bar, de los bailes en Catacumba, de las largas charlas y amanecidas en la Avenida; o cuando vino a mi casa cuando yo cumplía 18 años y se mandó unos de esos discursos que solo él sabía al momento de los brindis, haciendo resaltar la amistad y la unión de los grupos de amigos.
Pero esta mañana recordé la anécdota perfecta que pasé con el amigo Hachi y la misma provino de la involuntaria coincidencia de estar sentado yo en el sillón del dentista. Resulta que cuando Hachi estaba estudiando en la facultad su carrera de odontólogo me dijo que si yo tenía algún problema en mi salud bucal él podía llevarme de “paciente de muestra” y arreglarme lo que fuera necesario.
Y así fue. Un día fuimos a la facultad, que estaba cerca del Parque 9 de Julio, y entramos a una sala gigantesca llena de dentistas y sillones. Yo casi pego la vuelta y salgo de raje por el parque. Pero ya estaba en el baile y había que bailar. Él me hizo sentar en un lugar y se fue. Al rato vino con otros médicos que eran los profesores, agarró sus instrumentos, el espejito y el mágico ganchito, me hizo abrir la boca y empezó a explicarles en ese difícil lenguaje profesional qué tenía yo y qué me iba a hacer él. A mí me corría un frío por la espalda, pero estaba firme allí, esperando que el amigo se luciera.
Y así lo hizo el futuro (en aquel momento) Dr. Piqué. No sé o no recuerdo en detalle el arreglo que me hizo, pero usó toda su sapiencia, su paciencia y toda su aplicación para hacerme sentir bien. Los profesores le dijeron que estaba muy bien lo que había hecho y nos fuimos. Desde entonces, cada vez que voy al dentista recuerdo cuando me atendió mi amigo en la facultad de Tucumán.
En realidad, la ida al dentista genera en mí muchos espacios de enseñanza y recuerdos. Enseñanza por otros hechos que no vienen ahora al caso; y recuerdos por las cosas lindas que pasé aquella vez con el amigo Hachi Piqué. Ahora que sé que él ya no atiende más, quiero contarles a todos el gesto que él tuvo conmigo y lo agradecido que estoy, hoy en esta vida y siempre que mire al cielo, donde él estará con su espejito y su ganchito.

Adiós amigo.

Julio San Martín
CABA, 02 de enero de 2018

lunes, 1 de enero de 2018

Oda al primer día del año . Pablo Neruda

Pablo Neruda
Oda al primer día del año
Tercer libro de odas, 1957.
Leído por Luigi Maria Corsanico
Miroslav Tadic, The Ways of Trains
Lo distinguimos
como si fuera un caballito
diferente de todos los caballos.
Adornamos su frente con una cinta,
le ponemos al cuello cascabeles colorados,
y a medianoche vamos a recibirlo
como si fuera explorador que baja de una estrella.
Como el pan se parece al pan de ayer,
como un anillo a todos los anillos:
los días parpadean claros, tintineante, fugitivos,
y se recuestan en la noche oscura.
Veo el último día de este año
en un ferrocarril, hacia las lluvias
del distante archipiélago morado,
y el hombre de la máquina,
complicada como un reloj del cielo,
agachando los ojos a la infinita
pauta de los rieles,
a las brillantes manivelas,
a los veloces vínculos del fuego.
Oh conductor de trenes
desbocados hacia estaciones negras de la noche.
Este final del año sin mujer y sin hijos,
no es igual al de ayer, al de mañana?
Desde las vías y las maestranzas
el primer día, la primera aurora
de un año que comienza
tiene el mismo oxidado
color de tren de hierro:
y saludan los seres del camino,
las vacas, las aldeas,
en el vapor del alba,
sin saber que se trata
de la puerta del año,
de un día sacudido
por campanas,
adornado con plumas y claveles,
La tierra no lo sabe:
recibirá este día
dorado, gris, celeste,
lo extenderá en colinas,
lo mojará con flechas
de transparente lluvia,
y luego lo enrollará
en su tubo,
lo guardará en la sombra.
Así es, pero
pequeña
puerta de la esperanza,
nuevo día del año,
aunque seas igual
como los panes a todo pan,
te vamos a vivir de otra manera,
te vamos a comer, a florecer,
a esperar.
Te pondremos como una torta
en nuestra vida,
te encenderemos como candelabro,
te beberemos
como si fueras un topacio.
Día del año nuevo,
día eléctrico, fresco,
todas las hojas salen verdes
del tronco de tu tiempo.
Corónanos
con agua,
con jazmines abiertos,
con todos los aromas
desplegados,
sí,
aunque sólo seas un día,
un pobre día humano,
tu aureóla palpíta
sobre tantos cansados corazones,
y eres, oh día nuevo,
oh nube venidera,
pan nunca visto,
torre permanente!