martes, 23 de agosto de 2016

La solemnidad del abrazo


Yo soy gustoso de ver a las personas en actos solemnes. La solemnidad viene de las celebraciones religiosas, donde el espíritu se eleva y busca que el manto divino lo cubra. Allí está el origen de todas las solemnidades, o el formalismo que implica lo mismo y que da carácter serio al evento en que se participe.

Si una persona recibe un premio, lo hará en un acto solemne. El himno nacional de cualquier país es un acto formal; y las personas se preparan para eso. Concurrir a una reunión donde se pide la asistencia con corbata, es de lo más solemne; esto es lo que a mí me gusta. No voy a escribir aquí si la corbata está de moda o no. Lo que me interesa es su solemnidad.

Ahora bien, ¿puede haber protocolo o solemnidad espontánea? Parece que no. Solemne, protocolo, etiqueta, formal, requiere preparación. El rigorismo de lo solemne da la impresión de que siempre se necesita una planificación para que todo salga bien.

Sin embargo, he encontrado un acto solemne sin previo aviso. Una vez, caminando yo por la vereda de una calle, en mi lindo pueblo, en una fría noche de invierno, la vi que salía de su casa y estaba por cruzar la calle. Justo iba ella a cambiar de vereda respecto de la que yo iba. Pero me vio y se quedó parada. Yo también detuve mi paso.

Casi sin darme cuenta, empecé a caminar hacia ella y ella hacia mí. Éramos dos oscuros personajes de la noche que parecían haberse buscado todas las noches desde hace mucho tiempo. Cuando nos acercábamos, vi su rostro de mirada incrédula; tal vez ella vio lo mismo en mí.

El protocolo de esa noche han sido las ansias de llegar pronto el uno al otro. La etiqueta de esa noche ha sido el brillo de los ojos que iluminaron las veredas que dejaron de ser tristes. Las mejillas se sintieron juntas y formalizaron el inesperado encuentro. La solemnidad de esa noche, ha sido el abrazo de nuestras almas, después de tanto tiempo.

Julio San Martín
CABA, 22 de agosto de 2016.


sábado, 6 de agosto de 2016

La casa de Fondizi


En mi casa de la calle Balcarce, vista desde la esquina de la Reconquista, en la pared exterior que daba a mi vecino Perfecto Carmena, había una gran inscripción que decía UCRI, en letras bien grandes y rojas. Cada vez que jugaba a la pelota en la canchita de la esquina, lo hacía mirando ese cartel de mi casa.
Hace unos días, caminado por la calle Antonio Beruti en esta ciudad, encontré la casa donde vivió Arturo Frondizi, quien fuera presidente constitucional de la Nación desde 1958 hasta 1962. Este hombre, entre muchos otros méritos que en su carrera obtuvo, ha sido el creador de la fuerza política que había pintado aquella leyenda en la pared de mi casa.
Ahora, estando yo parado frente a la casa donde él vivió, recordé las letras grandes y rojas que se referían a la Unión Cívica Radical Intransigente. Miré esta casa espléndida del barrio de la Recoleta y supe que el Gobierno de la Ciudad le hizo un homenaje en 2005.
Sin saberlo, he conocido esta casa Solar mucho antes. Tal vez, después de cada partido con los amigos de la cuadra, mirando las letras de la UCRI, ya estaba yo en la vereda de la calle Beruti mirando la casa del dueño de la sigla, el hombre de Paso de los Libres.


Julio San Martín
Bs. As. 06 de agosto de 2016