Nadie sabe en qué parte de Tucumán bajó la alienígena. Unos dicen que en San Pedro de Colalao, otros en Lules. Nadie siquiera la vio. Todos empezamos a saber de ella cuando llegaron las noticias desde Buenos Aires. Los investigadores porteños la siguieron a través de las cámaras de seguridad de la Plaza Dr. Bernardo Houssay. Lo primero que llamó la atención es que en la clase de zumba de los lunes a las 19 había una chica que sacaba todos los pasos en el primer intento. Hay quienes dicen que viéndola de cerca no era tan chica; para muchas tenía 67 ó 68 años.
Una vez, un compañero de baile, la invitó a tomar un café al finalizar la clase. A él le gustaba el bar que está justo enfrente al Hospital de Clínicas, un modesto restaurante con muchos años encima, pero que siempre tiene gente en los períodos de crisis porque los precios son leales a los bolsillos. Ella se sentó mirando a la ventana, él de espaldas a la avenida Córdoba. De pronto ella le dijo: SRTAABBEL! Qué? le dijo él, qué dijiste? preguntó el muchacho. Nada, dijo ella, solo estoy leyendo los grafitis de la verja y de las paredes del hospital. Leyendo?, preguntó Costas, el bailarín de zumba. Si, le dijo ella, allí dice: "qué suerte que te encontré".
Costas, que venía de una familia griega, la miró incrédulo y le habló en griego, como hablaba él con su madre. Le dijo: tikanis?, que quiere decir en español ¿qué tal? y ella le respondió: kalá, que es griego también y quiere decir bien. Es decir, la chica le siguió la conversación. Vos sos griega o venís de Grecia? preguntó Costas. No, dijo ella, y agregó de donde yo vengo hablamos todos los idiomas y leemos todo lo que se escribe.
Costas pidió la cuenta y dijo que iba a pagar con transferencia. Ella le dijo: son diecisiete mil pesos y el alias es BUNDULO.KRIJA.TANTOR. Dijo eso antes de que el mozo trajera la cuenta y dijera el alias. Costas se preguntó en silencio, ¿con quién estoy?, ¿de dónde salió esta mujer?. Pero ella le respondió: estás con la Otra, así me llamo, y he venido a buscarte para salvarte de este mundo. Costas miraba pasar la gente, los autos, los colectivos, las motos y bicicletas por la calle, pero nadie lo miraba a él ni se daba cuenta de su preocupación.
La Otra, se levantó de la silla, se paró al lado de él y le dijo, el cartel más grande de los de enfrente dice: eres el amor de mi vida. Costas vio que los pies de ella no tocaban el piso y que los demás comensales también miraban eso. De pronto una luz azul y amarilla entró al modesto restaurant, encandiló a todos, se hizo un sol adentro del espacio pequeño y cuando todos volvieron a ver, Costas y la Otra ya no estaban. En la pared resplandeciente, letras de colores formaban las palabras EGÓ SAGAPÓ POLÍ, dos palabras griegas que en español significa: "Yo te quiero mucho".
Toda la gente que estaba en el modesto restaurant
aquella tarde, varios me lo han dicho, pasa todas las tardes por esa vereda a
ver si están todavía aquellas letras luminosas. Me han dicho también que las
letras no están. Yo no les dije, pero hoy pasé por allí y leí, a todas luces,
EGÓ SAGAPÓ POLÍ.