Don Benito del Valle Lezcano
Que lejos estoy de aquel 26 de febrero de 1988, cuando mi padre, Don Benito, Tito, el papá, mi viejo, partió de esta tierra para nunca más volver. Es mucho el tiempo que ha transcurrido desde aquel desgraciado día; sin embargo, cada día me parece que él está conmigo. Cuando estoy contento enseguida pienso en él y busco su figura como para compartir mi alegría, no la encuentro, por ese final que tiene la vida. Si algo me pone triste, como tantas veces me ocurre, lo llamo en silencio y sé que él acude en mi ayuda.
Me ha dado la vida, me ha enseñado a caminar, a hablar, a escribir, a saludar, "m'hijo, salude al señor", me decía cuando nos encontrábamos con algún amigo suyo en la Avenida. Asi, me enseñó a dar la mano, a tratar de usted a los mayores, como yo lo trataba a él. Me ha llevado al dentista, ha venido a los actos de la escuela Próspero, ha sido de la Cooperadora de la escuela; me ha llevado a la Cooperativa; me ha llevado al cine Alberdi a ver Ben Hur.
Me ha llevado en sus viajes de trabajo en su vagón especial del tren, allí he aprendido a escribir a máquina, ha cocinado en la cocina a leña de su coche; recuerdo el día que estábamos en Pichanal y comimos papas fritas hechas por él. El tren marchaba hacia Formosa y nosotros dos íbamos en el último vagón, mirando la vía que iba quedando en el camino.
Me ha contado chistes, cuentos, historias, leyendas, algunas tradicionales y otras de su propia imaginación; hemos caminado juntos por la calle Balcarce, cuando yo jugué de Mitre él gritaba "¡bien, m'hijo, bien!". Me ha enseñado a querer a toda mi familia como él la quiso, yo soy el continuador de su amor en esta tierra; muchas veces escuché decir de él "era un hombre que quería tanto a sus hijos..."
Me ha acompañado en la decisión de venir a vivir en Buenos Aires, él me ha ido a despedir en el andén del ferrocarril Mitre en Tucumán. Treinta y un años hemos vivido juntos; con él, muchos años más en Tucumán que en Buenos Aires; por eso sé que mi alma sigue en Tafí Viejo; cuando yo hablo de la Avenida, de los tarcos, del cerro, de la estación, es para acercarlo más a mi.
Los años con él en Buenos Aires son como la vía del tren que veíamos juntos camino a Formosa, marcho y marcho hacia adelante y él es mi camino; sé que me hará llegar a las mejores estaciones; por ahora sólo le pido que me encamine hacia dos de ellas: la del hombre bueno como él ha sido y la del alma eterna como la que él me ha legado.
Está allá a lo lejos,
detrás de los cerros.
Está allá con su luz,
a la espera de mi recuerdo.
Si voy con usted,
vivo.
Si lo traigo conmigo
cada día, persigo.
Su altura, su sonrisa,
sus manos, su respeto.
En esta tierra de solos,
triste lo espero.
Me ha dejado el saber
querer, con amor.
Como un amigo me dijo
nadie quiere como él, a sus hijos.
Julio San Martín
Buenos Aires, 26 de febrero de 2013
El mejor de los recuerdos para tu Padre. Un SEÑOR. No olvido como lo solía llamar mi Viejo: "SUPER INCLITO".
ResponderEliminarGracias, Marino. Es bueno compartir los recuerdos, será que desde nuestros padres ha venido nuestra amistad. Un abrazo.
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