En una tranquila noche de jueves de agosto, cenando en La Esmeralda, vimos entrar a Alfredo Casero entrar al lugar. Había una chica sola en una mesa y allí se dirigió el actor. Con mi hijo nos salíamos de la vaina por sacarnos una foto con él, hasta que nos decidimos y nos acercamos.
Buenas noches - le dije - y me constestó amablemente de la misma forma. ¿Podemos sacarnos una foto con usted?, le pregunté; la chica sonrió, lo miró y él con un gesto adusto aceptó.
Mi esposa tomó la foto y le agradecimos el gesto.
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