Así está
la estación Pompeya (camino al norte) del promisorio y esperado Metrobús del
gobierno de la ciudad. Hasta hace pocos días funcionaba a la perfección; los
pasajeros esperaban los buses para ir al centro o, simplemente, para salir del
"olvidado sur", como dijera Borges.
Hoy,
cerca del fin de octubre, la estación parece haber recibido un misil israelí o
haber sido testigo del paso del ejército del ISIS corriendo a los del Frente de
Nusra. No ha sido nada de esto, ocurre que una nueva obra del gobierno de la
ciudad está preparando un nuevo cambio.
Si
llevamos al Metrobús a la imaginaria situación de ser el país que promete Macri
en su campaña por llegar a la presidencia de la nación, surge una pregunta:
¿qué nos espera? Si el comienzo ha sido con bombos y platillos festejando la
modernización para el traslado de los sufridos pasajeros del transporte
público, si las vistosas estaciones se han tomado como el nuevo status similar
a la de las grandes capitales del mundo; podríamos haber pensado en que, luego
de largas obras e incomodidades, se arribó a un espacio confortable.
Es decir,
si el país de Macri hubiera sido la estación del Metrobús, felices hubiéramos
estado. Pero también, si el país que piensa Macri para nosotros es como la estación
del Metrobús, con sus etapas de creación, breve permanencia y cruda
destrucción, ¿qué nos espera?