La ceremonia está por comenzar, todas
las personas y las cosas tienen su lugar. Los monaguillos, las personas que
leen y las que cantan, el cáliz y el ofertorio también. Las ofrendas, el pan y
el vino, prolijamente ordenadas están puestas en su mesita que se encuentra en
el medio del pasillo de la nave principal. Al lado de la mesita está el señor
cuyo oficio de jubilado quiero homenajear.
La misa va a comenzar, el
celebrante hace una seña a la señora que canta y ésta indica qué número es la
canción que va a interpretar para que los asistentes la busquen en sus cancioneros.
Empieza la canción “Yo soy el camino” y el celebrante ingresa. Se dirige al
altar por el pasillo, el jubilado está atento a la cercanía del padre. De pronto
se levanta, toma la mesita de ofrendas y la corre hacia él; así el celebrante tiene
el camino libre (ya que está cantando “yo soy el camino firme…”) y, cuando
pasa, el jubilado vuelve a poner la mesita en su lugar.
Llega el momento de las ofrendas,
hay dos personas que se dirigen al ofertorio, toman las ofrendas y las llevan
al altar. Presto el asistente de la mesita se levanta, dobla prolijamente el
pequeño mantel blanco, lo pone bajo el brazo, toma la mesita, la levanta y la
lleva a otra parte de la iglesia. Fin del trabajo del asistente.
Salvando las distancias con los
jóvenes trabajadores en actividad, la presencia de este encargado de la mesita
en la celebración es de vital importancia. Como los que ahora trabajan, el
asistente de mesita tiene que cumplir un horario, éste es, por los menos de una
hora; tiene su lugar de trabajo, el cual es la iglesia del Padre Pío en Mar del
Plata; tiene su puesto, se ubica justo a la par de la mesita; y tiene varias
responsabilidades, mantener despejado el camino del cura, corriendo la mesita,
volverla a su lugar, doblar el mantel y retirar la mesita. Todo ello tiene un
tiempo exacto de desarrollo.
¡Que buen trabajo el este jubilado! Ojalá yo
me jubilara y tuviera una tarea así. Si así fuera, qué mejor lugar que ése para
darle gracias a Dios y, de paso, pedirle para que los pequeños oficios
mantengan siempre su importancia. De ese modo, los ojos atentos de los que
quieren mantenerse ocupados, estarán siempre en acción.
Julio San Martín
CABA, 2 de febrero de 2019