sábado, 2 de febrero de 2019

Los oficios del jubilado - El asistente de la mesita


La ceremonia está por comenzar, todas las personas y las cosas tienen su lugar. Los monaguillos, las personas que leen y las que cantan, el cáliz y el ofertorio también. Las ofrendas, el pan y el vino, prolijamente ordenadas están puestas en su mesita que se encuentra en el medio del pasillo de la nave principal. Al lado de la mesita está el señor cuyo oficio de jubilado quiero homenajear.
La misa va a comenzar, el celebrante hace una seña a la señora que canta y ésta indica qué número es la canción que va a interpretar para que los asistentes la busquen en sus cancioneros. Empieza la canción “Yo soy el camino” y el celebrante ingresa. Se dirige al altar por el pasillo, el jubilado está atento a la cercanía del padre. De pronto se levanta, toma la mesita de ofrendas y la corre hacia él; así el celebrante tiene el camino libre (ya que está cantando “yo soy el camino firme…”) y, cuando pasa, el jubilado vuelve a poner la mesita en su lugar.
Llega el momento de las ofrendas, hay dos personas que se dirigen al ofertorio, toman las ofrendas y las llevan al altar. Presto el asistente de la mesita se levanta, dobla prolijamente el pequeño mantel blanco, lo pone bajo el brazo, toma la mesita, la levanta y la lleva a otra parte de la iglesia. Fin del trabajo del asistente.
Salvando las distancias con los jóvenes trabajadores en actividad, la presencia de este encargado de la mesita en la celebración es de vital importancia. Como los que ahora trabajan, el asistente de mesita tiene que cumplir un horario, éste es, por los menos de una hora; tiene su lugar de trabajo, el cual es la iglesia del Padre Pío en Mar del Plata; tiene su puesto, se ubica justo a la par de la mesita; y tiene varias responsabilidades, mantener despejado el camino del cura, corriendo la mesita, volverla a su lugar, doblar el mantel y retirar la mesita. Todo ello tiene un tiempo exacto de desarrollo.
 ¡Que buen trabajo el este jubilado! Ojalá yo me jubilara y tuviera una tarea así. Si así fuera, qué mejor lugar que ése para darle gracias a Dios y, de paso, pedirle para que los pequeños oficios mantengan siempre su importancia. De ese modo, los ojos atentos de los que quieren mantenerse ocupados, estarán siempre en acción.


Julio San Martín
CABA, 2 de febrero de 2019

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