La Chiquita del Valle ha vivido nueve años con mi hermano Ricardo. Después de su partida, ella sigue viviendo en el mundo que él dejó. Un mundo de sentimientos y de cosas. Él sentía admiración por su actor favorito: Clint Eastwood, quien parecía mirarlo cuando él estaba acostado, a veces bien y a veces no tan bien, como cuando se enfermó. Estoy seguro que él miraba a Clint y le pedía que lo ayude a pasar su trance, recordando, tal vez, alguna épica levantada cuando el gran cowboy estaba herido.
Ahora queda la cama y Clint, con su figura desafiante y valiente que tanto ha seguido mi hermano en su paso por esta vida. Pero no es eso lo único que queda. Está también la Chiquita, que sube a la cama con su talento felino, se mete en su trinchera de resistencia que, para los humanos, parece una caja de zapatos y cuida, a su atenta manera, los sentimientos y las cosas. Los sentimientos de los recuerdos sin olvidos y las cosas, o sea, la cama, el cuadro y la caja, cada uno en su lugar, que son desde hace un tiempo, eternos.
Rosario Montero, en CABA 30 de octubre de 2021.
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