Subimos al tren en Tafí Viejo. Íbamos mi mamá, mi papá, mi hermana Alicia, mi hermano Ricardo y yo. El destino era Buenos Aires. Largo viaje nos esperaba. Cuando empezó su marcha el tren ya estábamos todos sentados escuchando atentamente las indicaciones de mi papá. Íbamos de vacaciones, el esperado tiempo del paseo en la gran ciudad. Nos dijo: cuando lleguemos a la ciudad, yo voy a ir a gestionar los camarotes donde vamos a viajar; tengo que bajar del tren, ir a la boletería, mostrar el pase y me darán las ubicaciones de cada uno de nosotros en los camarotes.
Pasamos la parada del Tiro, la Curva de los
Vega, Los Pocitos, Muñecas, Aguas Corrientes, El Cruce, Colegio Nacional, el Mercadito y llegamos a la
ciudad. El Bajo se le decía a esa estación. Allí mi papá se bajó del tren y se
fue a hacer el trámite. Mi hermano, que no se le despegaba, se bajo con él.
Quedamos los tres en el tren esperándolos. Los veíamos por la ventanilla como
iban caminando entre la gente y buscando las boletería.
De pronto, el tren empezó a andar. Los buscábamos
mirando por la ventanilla y no aparecían. El tren aceleraba y se iba. Nosotros
tres en el tren y ellos dos quien sabe dónde. Mi mamá se levantó y buscó al
guarda. El tren ya salía y dejaba atrás al Bajo. Señor, mi marido y mi hijo no
han subido al tren todavía, le dijo mi mamá. No puedo hacer nada señora, dijo
el guarda y agregó: era el horario y teníamos que salir. Ahora, en un ratito
vamos a hacer una parada, dijo el guarda, si quieren se pueden bajar ahí.
Después volveremos a parar en Bella Vista y después ya no paramos más hasta
Santiago del Estero.
En esa primera parada que dijo el guarda, se bajó
la gente que estaba igual que nosotros; es decir, sus parientes se habían
bajado del tren en el Bajo y no habían subido a tiempo cuando el tren se puso
en marcha. Mi mamá nos dijo que nosotros no nos bajaríamos, porque seguro que
el papá y Ricardo llegarían a tiempo a Bella Vista.
M’hijo, le dijo mi papá a Ricardo, el tren se
ha ido. Vamos a tomar un taxi que nos lleve a Bella Vista y allí lo vamos a
alcanzar. Salieron corriendo del Bajo y fueron a la avenida a buscar un taxi.
Lo tomaron y mi papá le pido al chofer que fuera rápido a Bella Vista, que
tenía que alcanzar el tren. Imagino cómo lo habrá mirado el taxista.
Bella Vista está a 25 km al sudeste de San
Miguel de Tucumán. Ricardo y mi papá los recorrieron preocupados pero con la
firme certeza de que llegarían a tiempo. La misma certeza que mi mamá nos había
transmitido a los que íbamos en el tren. Hasta ese momento el viaje de la
familia Lezcano, que había empezado en Tafí Viejo y que terminaría en Retiro,
había dividido en dos a los viajeros. Mi papá y Ricardo se encontraban en un
taxi en la ruta 301 camino a Bella Vista; y mi mamá, mi hermana y yo estábamos
en el tren, sin saber si queríamos o no que el tren llegue a Bella Vista.
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