lunes, 29 de septiembre de 2025

El disfraz de corderito

 El disfraz de corderito


El disfraz de corderito

La noche anterior al acto del Día del Estudiante de 1966, Julio San Martín se probó su disfraz de corderito. Era un pantalón largo, una remera de mangas largas, medias y zapatillas, todo blanco, como las nubes que habían estado en el fondo de su casa aquel día último del invierno.

Un gorrito le cubría toda la cabeza, le tapaba las orejas. Era de tela de toalla, también blanca, que se abrochaba con dos tiritas suaves bajo su mentón. El gorrito era la cabeza del corderito. Tenía orejitas de corderito, largas y dobladas hacia abajo. Él podía mover su cabeza y sentía cómo se movían las orejitas.

Todos se reían, festejaban sus muecas y celebraban el disfraz. Julio San Martín se sentía contento y ansioso por ir al acto de la escuela Próspero al día siguiente. La llegada de visita de la tía Pocha había sido de una justeza inobjetable. Ella, con su habilidad de artesana, había diseñado, cortado y cosido el gorrito de corderito.

Tuvieron que decirle sólo la idea para que ella, la tía Pocha, que vivía en Buenos Aires, echara manos al disfraz y lo preparara tal como los corderitos que habíamos visto en Vipos, o en Los Planchones, cuando habíamos ido de paseo en alguna fiesta familiar o religiosa.

Ya en la celebración en la escuela, el grupo de changuitos-corderitos, salimos al escenario para hacer nuestra muestra. No han quedado guardados en la memoria de Julio San Martín tantos detalles como para decir ahora que en el grupo estaba Roberto Sandoval, Fidel Humberto Coronel, o el Gacetero Juárez, o Aguirre, o Ricky Reinoso, o Miguel Vega. Si ha quedado en su recuerdo, la mejor memoria del disfraz; el amor de su tía Pocha al haber trabajado con sus finas y elegantes manos la prenda para que él estuviera en el acto; los infaltables y precisos detalles de su mamá para que todo estuviera en su lugar.

Hoy, no hace falta recordar para saber lo que soy. Aquella noche de preparación, el día de la presentación, el aire de mi escuela y la mirada de mi familia en el acto, me trajeron al día de hoy; todos esos elementos me hicieron vivir a lo largo de esta vida, en el fragor de la lucha por la unidad y la cercanía.

He logrado en parte aquellos objetivos. He entendido valores de corderito. Desde niño, con movimientos de cabeza y pasos no tan firmes, llego a esta altura de la trascendencia. Soy el hombre que el corderito me enseñó. He crecido en ese disfraz. Lo tengo puesto en mi alma y, cada noche, siento la suavidad de las orejitas blancas en mi corazón.


Julio San Martín, en CABA, 13 de julio de 2019

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