sábado, 23 de junio de 2012

El cumpleaños de María Luisa, vecina de Pompeya.


El bar “El Buzón” esta ubicado en la esquina de Centenera, Esquiú y Tabaré. Este es un punto tradicional del otrora arrabalero barrio de Pompeya. El Buzón es un reducto que me recibe para almorzar algunos días de la semana. Hoy me encontraba allí porque los viernes el menú es Filet de Merluza a la Milanesa con guarnición.

De entrada, vi que había una mesa al final del salón, junto al ventanal que mira a Centenera, con un grupo de nueve damas mayores que almorzaban y departían alegremente, con conversaciones en alta voz sobre temas de actualidad tales como la actuación de Jenifer López en Soñando por Cantar, la clasificación de Boca a la final de la Libertadores, el precio de la carne o sobre qué colectivo tomar para ir al centro.

En la cabecera de la mesa estaba una señora que dirigía la reunión y hablaba con todas las demás, casi al mismo tiempo, mi imaginación, como la del colombiano Fernando Quiroz, me hizo volar a pensar que serían compañeras de secundario y que la reunión era la correspondiente a una rigurosa agenda anual que hoy las había reunido. Siempre con la imaginación de Quiroz, estimé que la edad promedio de aquella mesa rondaba entre los sesenta y cinco y setenta años.

En las demás mesas de El Buzón estábamos los de siempre, algunas con dos o tres hombres trabajadores, alguna pareja u otros, como yo, solos con el almuerzo de un día laboral. En la mesa de al lado mío, dos hombres habían pedido sendas milanesas a la napolitana y amenizaban la espera haciendo los pronósticos de la última fecha del Clausura.

Una de las damas de la mesa grande le pidió a la moza que les trajera la torta; de inmediato la trajo, era una torta de chocolate con frutillas en los extremos. La ubicó en frente a la señora que estaba en la cabecera de la mesa; otra de las chicas le alcanzó un paquetito, poné la bengala y la velita, le dijo. La moza miró la bengala con cara de no saber lo que era y la clavó en el centro de la torta; al unísono gritaron las chicas: noooooo!

La moza había clavado la bengala al revés, la parte que enciende adentro de la torta y el pie de plástico arriba; rápido la arrancaron y una de las chicas la limpió cuidadosamente con una servilleta. En medio de las risas y las cargadas, uno de los que había pedido la milanesa a la napolitana se levantó de su mesa y amablemente le alcanzó un encendedor a la moza. Ella lo encendió y acercó a la bengala; de repente empezó un chisperío como si saliera Boca a la cancha y la moza se pegó un susto que tiró el encendedor arriba de la torta y todas lo querían agarrar esquivando las chispas.

Al mismo tiempo, las demás empezaron a cantar “Que los cumplas, María Luisa, que los cumplas feliz”. Todos los vecinos de las mesas también empezaron a cantar y yo también lo hice; lindo mediodía pasé en El Buzón, me sentí un involuntario invitado al cumpleaños de María Luisa, vecina de Pompeya.

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