El bar “El Buzón” esta ubicado en
la esquina de Centenera, Esquiú y Tabaré. Este es un punto tradicional del
otrora arrabalero barrio de Pompeya. El Buzón es un reducto que me recibe para
almorzar algunos días de la semana. Hoy me encontraba allí porque los viernes
el menú es Filet de Merluza a la Milanesa con guarnición.
De entrada, vi que había una mesa
al final del salón, junto al ventanal que mira a Centenera, con un grupo de
nueve damas mayores que almorzaban y departían alegremente, con conversaciones
en alta voz sobre temas de actualidad tales como la actuación de Jenifer López
en Soñando por Cantar, la clasificación de Boca a la final de la Libertadores,
el precio de la carne o sobre qué colectivo tomar para ir al centro.
En la cabecera de la mesa estaba
una señora que dirigía la reunión y hablaba con todas las demás, casi al mismo
tiempo, mi imaginación, como la del colombiano Fernando Quiroz, me hizo volar a
pensar que serían compañeras de secundario y que la reunión era la
correspondiente a una rigurosa agenda anual que hoy las había reunido. Siempre
con la imaginación de Quiroz, estimé que la edad promedio de aquella mesa
rondaba entre los sesenta y cinco y setenta años.
En las demás mesas de El Buzón
estábamos los de siempre, algunas con dos o tres hombres trabajadores, alguna
pareja u otros, como yo, solos con el almuerzo de un día laboral. En la mesa de
al lado mío, dos hombres habían pedido sendas milanesas a la napolitana y
amenizaban la espera haciendo los pronósticos de la última fecha del Clausura.
Una de las damas de la mesa
grande le pidió a la moza que les trajera la torta; de inmediato la trajo, era
una torta de chocolate con frutillas en los extremos. La ubicó en
frente a la señora que estaba en la cabecera de la mesa; otra de las chicas le
alcanzó un paquetito, poné la bengala y la velita, le dijo. La moza miró la
bengala con cara de no saber lo que era y la clavó en el centro de la torta; al
unísono gritaron las chicas: noooooo!
La moza había clavado la bengala
al revés, la parte que enciende adentro de la torta y el pie de plástico
arriba; rápido la arrancaron y una de las chicas la limpió cuidadosamente con
una servilleta. En medio de las risas y las cargadas, uno de los que había
pedido la milanesa a la napolitana se levantó de su mesa y amablemente le
alcanzó un encendedor a la moza. Ella lo encendió y acercó a la bengala; de
repente empezó un chisperío como si saliera Boca a la cancha y la moza se pegó
un susto que tiró el encendedor arriba de la torta y todas lo querían agarrar
esquivando las chispas.
Al mismo tiempo, las demás
empezaron a cantar “Que los cumplas, María
Luisa, que los cumplas feliz”. Todos los vecinos de las mesas también
empezaron a cantar y yo también lo hice; lindo mediodía pasé en El Buzón, me
sentí un involuntario invitado al cumpleaños de María Luisa, vecina de Pompeya.
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