Viendo el paisaje de Anca Juli, aquel cuyo recorrido empieza en Vipos, me acordé de mi viejo amigo Salvador González. También ha sido mi vecino, Salvador. Vivía en la casa de Doña Marta y Don Carmelo.
Por muchas cosas vividas en la infancia lo recuerdo. Desde su atento saludo a la mañana, los juegos compartidos, las charlas con la tela del fondo de mi casa de por medio, los partidos en la calle Balcarce, antes del asfalto, cuando él era el arquero de mi equipo.
Lo que uno transcurre en la vida va dejando experiencias que siempre sirven. A veces, para aplicarlo a lo cotidiano o para conocer el porqué de algo, como si fuera el proceso de intuición. Todas esas enseñanzas recibidas o asumidas resultan para uno de uso ulterior interior o para compartir. No siempre se puede compartir lo asumido, por más que se intente a veces la riqueza de adentro de uno mismo no puede ser puesta en convivencia con los demás.
El amigo Salvador me dijo una vez un dicho propio que nunca se lo escuché a nadie. Yo llevo esa sentencia marcada en mis frases populares y la utilizo siempre, eso sí, en soledad. No sólo porque el que pudiera escucharla no la entendería sino porque, además, la siento mía dado que para mí si tiene mucho de sabiduría.
Jugando a los penales en la vereda de la casa del tío Juan, iba yo ganándole 3 a 1. Pateó él su penal y no lo pude atajar. Con ese gol estábamos 3 a 2, ganando yo. Cuando iba a patear el próximo, porque el que lo hacía volvía a patear y mientras ponía la pelota en el punto del penal, desde allí me dijo: "no está lejos el que va en las ancas".
Yo estaba en el arco tratando de adivinar adónde le pegaría Salvador, pero al escucharlo me dí cuenta que él estaba muy cerca en el marcador. Lo pateó y lo hizo. Me empató. Pensé que si no me lo hubiera dicho, yo hubiera atajado ese penal.
Así que el "no está lejos el que va en las ancas" tiene un efecto acelerador de un lado y un impacto que intima del otro. Ese decir de Salvador me enseñó a ver la cercanía de lo que se viene, me hace disponer de la mejor manera para salir lo mejor parado posible; es, en definitiva uno de los penales en contra que uno tiene en la vida.
Julio San Martín
Bs. As. 9 de octubre de 2012
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