Por el recuerdo de las
cunetas de la calle Reconquista, los siempreverdes de la calle Balcarce, los
fondos de las casas de mi cuadra, la esquina con la calle Bolívar, el zanjón de
la Perú, la vista desde la cancha de Juventud, los tarcos de la Avenida, el
aire del cerro que baja fresco en las tardes de Tafí, por el cielo de la Estación,
por las “nubes blancas cuando estaban en el cielo”, como dijera Yeats; por las
naranjas agrias de la plaza, por los amores jóvenes de los atardeceres en las
veredas de barrios que no eran míos, por el Nogalar y la Toma, por la alegría
de los bailes de Mitre a la siesta, por el calor de los abrazos de los amigos,
por las almas celestiales de los que nos miran desde el más allá y por el
viento de la esperanza que nunca deja de tocarnos las caras.
Por todo ello, feliz día
del medio ambiente.
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