El último domingo de marzo de 2014, una compañera de trabajo tomó una decisión extrema, dejando esta vida mucho antes de que el natural tiempo se lo pidiera. Sólo algunos cortos diálogos crucé con ella, puedo decir que no la conocí; pero me llamó la atención su elegancia y su sonrisa; yo no estuve en su círculo, pero sentí mucho lo que pasó. Esta oda de Neruda creo que en esta oportunidad está dedicada a Andre, por eso mi homenaje.
ODA A UNA ESTRELLA
En la terraza
De un rascacielos
altísimo y amargo
Pude tocar la bóveda
nocturna
Y en un acto de amor extraordinario
Me apoderé de una
celeste estrella.
Negra estaba la noche
Y yo me deslizaba
Por la calle
Con la estrella robada
en el bolsillo.
De cristal tembloroso
Parecía
Y era
De pronto
Como si llevara
Un paquete de hielo
O una estrella de
arcángel en el cinto.
La guardé
Temeroso
Debajo de la cama
Para que no la
descubriera nadie,
Pero su luz
Atravesó
Primero
La lana del colchón,
Luego
Las tejas,
El techo de mi casa.
Incómodos
Se hicieron
Para mí
Los más privados
menesteres.
Siempre con esa luz
De astral acetileno
Que palpitaba como si
quisiera
Regresar a la noche,
Yo no podía
Preocuparme de todos
Mis deberes
Y así fue que olvidé
pagar mis cuentas
Y me quedé sin pan ni
provisiones.
Mientras tanto, en la
calle,
Se amotinaban
Transeúntes, mundanos
Vendedores
Atraídos sin duda
Por el fulgor insólito
Que veían salir de mi
ventana.
Entonces
Recogí
Otra vez mi estrella,
Con cuidado
La envolví en mi
pañuelo
Y enmascarado entre la
muchedumbre
Pude pasar sin ser
reconocido.
Me dirigí al oeste,
Al río Verde,
Que allí debajo de los
sauces
Es sereno.
Tomé la estrella de la
noche fría
Y suavemente
La eché sobre las
aguas.
Y no me sorprendió
Que se alejara
Como un pez insoluble
Moviendo
En la noche del río
Su cuerpo de diamante.
Oda a una estrella –
Pablo Neruda – Tercer libro de las odas (1957)
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