Los fuentones
Julio, lo que tiene que hacer usted a primera hora cuando abra el negocio es colgar los fuentones, dijo Juan Carlos Torga, el dueño del bazar donde empezaba a trabajar ese día Julio San Martín.
Eran las 8 de una mañana a pleno sol. Ese día empezaba una nueva etapa en la vida de Julio San Martín. Después de muchos años de tareas estresantes en sus diversos roles de Contador Publico, había decidido dar un vuelco en su vida y dedicarse a trabajos distintos.
Tengo que darles algún orden en especial a los fuentones, don Juan Carlos?, preguntó mirando el alambre donde se colgarán aquellos sanos productos.
No, dijo Juan Carlos. Cuélguelos como a usted le parezca que quedarán mejor.
Julio San Martin agarró un palo que tenía un gancho en la punta y el primer fuentón, el azul, con el que empezaría su nuevo trabajo.Cada fuentón tenia un hilo de plástico en su agarradera. El alambre donde colgaban tenía pequeños ganchitos. Él tenía que agarrar con el palo con el gancho el hilo de la agarradera, subirlo hasta el alambre y colocarlo en el gancho de arriba. Así lo hizo y el fuentón azul quedó colgando vistoso y brillante por el sol en la puerta del Bazar Torga. Eran las 8,38 de ese lunes y el había colgado con éxito su primer fuentón.
Vio que la vereda empezaba a poblarse con gente que iba apurada a sus trabajos o quienes empezaban sus compras del día. Voy a colgar ahora el amarillo, pensó. Mejor no, se dijo. Van a darse cuenta de que soy de Boca y no sé de qué cuadro es Juan Carlos. Agarró el verde y lo colgó. Así hizo con todos y al final miró la colorida fila plástica de sus queridos fuentones de colores.
Juan Carlos le dijo que a las 18,40 tenía que descolgarlos. Cuando ya la tarde caía y las luces de la avenida iban anunciando que la noche se acercaba, el empezóo la tarea opuesta a la de la mañana. Mientras en eso estaba, una linda mujer se le acercó y le dijo: que lástima que desarme esa hilera de colores. Yo paso todos los días por la vereda de enfrente para mirarlos, dijo ella. Es usted quien los cuelga, preguntó. Si, soy yo dijo Julio San Martín y llevó los fuentones para adentro porque empezaba a cerrarse el negocio.
Al día siguiente hizo su tarea temprano. Hizo la misma disposición de colores. No perdió de vista la vereda de enfrente a ver si la veía. No la vio. Paso rápido el día, los descolgó a la tarde y se fue a su casa. Ella no vino ese día, o tal vez pasó por la vereda de enfrente pero él no la vio.Al tercer día, cambió el orden de los colores, puso el amarillo al lado del azul, el verde después, el rojo y el blanco. Ojala los vea ella, pensó.
Pasó esa tarde cortando hojas de diario para envolver la tazas y vasos que compraban los clientes, ayudo en ordenar los juegos de cubiertos que llegaron nuevos. El día se le hizo corto; cuando estaba listo para descolgar los fuentones vio que la mujer estaba en la vereda.
Ayer no vine, dijo ella. Estuvieron colgados igual que hoy?, preguntó. No, dijo el. Hoy los cambié. Están hermosos le dijo ella. Me voy al comprar el azul dijo ella y entró al negocio. Julio San Martin empezó a descolgarlos y a llevarlos al deposito. Cuando volvió ella ya no estaba. Termino ese día
Cuando estaba por empezar con su trabajo diario, al día siguiente, Juan Carlos le dijo que no colgara el azul porque lo había comprado una señora. Cerca del mediodía, Juan Carlos le dijo a Julio San Martín que tenia que llevar el fuentón azul a la casa de la cliente. Es aquí cerca, dijo Juan Carlos, en la calle Trole. Julio San Martín puso el fuentón en una bolsa especial para fuentones y se fue a entregarlo. Tocó el portero eléctrico, en el 2 B. Quién es, dijo una voz de mujer. Del Bazar Torga, para entregar un fuentón, contestó. Pase por favor, y subió. Cuando salió del ascensor la puerta del B estaba abierta. Se asomó y estaba ella, que lo miró y le dijo: te estaba esperando...
Julio San Martín, abril 1/2016
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