sábado, 12 de agosto de 2017

Uniendo historietas - 7 - La primera invasión belga

Imperio colonial belga

En noviembre de 2011 se produjo el primer desembarco belga en Pompeya. A las tranquilas costas de la avenida Saenz llegaron las huestes europeas que, en primera instancia habían hecho una cabecera de playa en Diagonal Norte y Esmeralda estableciendo un comando al mando del General Giorgios Ducros Lebrí. Desde allí, como ya lo había hecho el rey Leopoldo II en 1885 cuando creó el 
Estado Libre del Congo y se había transformado en Berlín como su único accionista, dirigió sus misiles a la calle Traful.

El jefe de la infantería que tomó el portón azul en la cruzada invasora era el Coronel Plu, Jean Claude Van Plu, alias "El Belguita". Con resistencia cero se apoderó de un búnker en el centro administrativo y comenzó a dar órdenes con la energía de todo un gurka. Ni trinchera tenía Julio San Martín en su oficina junto a Victorinox, hasta que El Belguita lo llamó y le dijo: "From today you are our Tax Manager in this company. I will be the CEO and you have to report me".

Como si estuvieran cerca las PASO, las promesas de El Belguita iban en ascenso. "Vos puedes traer dos personas para que trabajen en tu sector, así pueden hacer todo lo que vos decís y minimizamos los riesgos maximizando su eficacia". Julio San Martín obtuvo una oficina nueva; era un viejo reducto de un viejo integrante de la empresa y, gracias a la gestión de El Belguita, se transformó en una oficina para Julio San Martín y otra oficina donde vendrían las dos personas a contratar y Victorinox.

Pero de la noche a la mañana, la promesa de campaña se transformó y El Belguita dijo que una sola persona podía entrar. Así fue que Julio San Martín eligió a Paola Monte Grande. El Belguita abolió las reuniones donde participaba Julio San Martín y lo dejó lejos de los lugares donde se debatían los eventuales cambios y se esbozaban los horizontes que la empresa necesitaba. Daba la sensación de que la primera colonización belga había mentido en el momento de su irrupción o que había cambiado su marcha en medio del camino; tal vez el General Lebrí tenía otra estrategia, quien sabe con qué objetivo.

Pasaron años y cuando ya la infantería invasora informó que el camino estaba allanado el General Lebrí se hizo presente en el barrio del olvidado sur porteño, al decir de Borges. Empezó con acciones bélicas de sorpresa y mandó a Victorinox a trabajar en la base de operaciones del centro. Lo hizo hacer de todo para muchas empresas que no eran de camiones y no le dio ni un franco belga de más. A Julio San Martín también lo hizo trabajar con planes de facilidades de AFIP para un pariente suyo residente en Europa antes del Brexit. Todo ello como si las funciones de los profesionales de Tax Department fueran un dos por uno de Pharmaticy. Nada hubo a cambio para estos dos contadores, ni un café con una mísera medialuna de La Rumba.

Una anécdota que quedó de aquellos años donde la prepotencia de la invasión belga dejó su sello es cuando Julio San Martín cumplió veinticinco años de matriculado en el Consejo Profesional y fue invitado a un acto de entrega de medallas que también tenía un cóctel; el ágape era a las 18 horas y él pidió permiso para ir; también pidió autorización para que la oficina quedara sola por treinta minutos porque él invitaba a Victorinox y a Paola Monte Grande al acto. La respuesta de El Belguita fue un rotundo no y aportó la idea de que Julio San Martín debía invitar sólo a Victorinox, porque Paola Monte Grande hacía poco tiempo que había entrado.

Mientras Paola Monte Grande se afianzaba en su puesto El Belguita empezó a apuntarle con cañones de pocos amigos y la armonía se fue resintiendo. Amigos y amigas de El Belguita se encargaron de hacer circular referencias negativas de la niña de Tax Department y su permanencia en la empresa comenzó con la cuenta regresiva. Tampoco la salud de Paola Monte Grande la ayudó y una intervención quirúrgica la mantuvo alejada de la oficina un tiempo. Hasta que Julio San Martín tuvo que decirle que se tenía que ir. Llegó Topacio, que desde el minuto uno quiso hacerse belga; y Victorinox, al poco tiempo, optó por irse a su casa dejando a Julio San Martín solo, como al principio de los tiempos en la empresa de camiones.

Así fueron las primeras invasiones belgas; dejaron profundas consecuencias como toda invasión lo hace. Trajeron cambios en las relaciones humanas, instalaron la cultura del "amigo de". Julio San Martín no sabía si estar contento por el nombramiento que había recibido o estar triste porque, en la práctica, su avance se había detenido.

Así como en el Estado Libre del Congo el colonizador belga bajo el mando de Leopoldo II extrajo sus riquezas y construyó los finos edificios públicos que hoy están en Bruselas,Ostende y Amberes, el plan del General Lebrí transformó en cenizas la dignidad de los que venían remando desde hacia siete años y creó para si una estructura rígida de poder,  la cual no tuvo nunca una hendija por la que entrara un triste sueño de Julio San Martín.


Julio San Martín
CABA, 17 de agosto de 2017.
  

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