La avenida Alem de Tafí Viejo tiene dos partes: la parte de arriba y la parte de abajo. Si uno va por la calle San Martín y llega a la esquina con la avenida, a la izquierda tendrá la iglesia, ésa es la parte de arriba; si va a la derecha, irá para el lado del taller, ése es el lado de abajo. Cuando uno va bajando por la avenida, por la vereda de la iglesia, se va a encontrar con el cine Metro; si cruza la calle y sigue bajando, en unas cuadras más, encontrará el cine Alberdi.
Ahora estamos en la época.
Voy al cine esta noche. Se estrena “La aventura del Poseidón” en el Metro. Me voy a encontrar con ella en el hall; es temprano pero ya estoy en la boletería. Don Garguiulo es el boletero, a otros saluda, a mí no me conoce; mi viejo si lo conoce y me dijo que le diga quién soy. No importa, no le digo. Veo los afiches de las películas que vendrán pronto. Todas parecen buenas, me entusiasman. Compro caramelos de coco.
De pronto la veo llegar. Siempre el cine me hizo latir más fuerte el corazón. Tengo las dos entradas, ella está conmigo y los caramelos; vamos a entrar. Don Camarda, si me conoce, he ido a su casa a estudiar con su hijo, mi compañero del colegio. Entramos, nos dirigimos al pasillo izquierdo. Nos sentamos. Empieza la película.
Es del género catástrofe, propio de la época. Es una historia que empieza con todos los personajes felices, hay una canción muy linda que canta Maurice Mc Govern, “La mañana siguiente”. Nos tomamos de la mano y vemos, escuchamos.
Los personajes sufren, algunos luchan, se quieren, buscan la salida con el barco dado vuelta hundiéndose, quieren llegar a la superficie, se pelean, se amigan, entienden que uno por cada lado no puede seguir, se unen, luchan, corren riesgos y encuentran la salida. Nuestras manos no se soltaron nunca.
Al cine Alberdi lo sentí más lejano siempre. Nuestras vidas siempre te ponen una alternativa con dos opciones, arriba o abajo, blanco o negro, San Martín o Atlético, Mitre o Juventud, siempre dos. En el Alberdi pasan “Muchacho”, de Sandro. Me encuentro con ella en las escalinatas del cine. La vi venir pisando con cuidado la vereda cubierta de flores de los tarcos, tiene unas lindas sandalias rojas, sus pies delgados son delicados y se confunden con las flores del pido. Pasamos por el hall, aquí nadie me conoce.
Muchacho muestra su pinta, sus canciones, su audacia y la incertidumbre hasta el final. Disfrutamos todo eso y otra vez nuestras manos están apretadas, mi mano es firme ante la delicadeza de la suya, miramos la película y yo juego con el anillo de su mano temblorosa.
Mis dos cines de Tafí, ¿Dónde están? ¿Andarán por ahí siguiendo con sus diferencias? Los he visto siempre como el uno o el otro, como es la avenida, la parte de arriba o la parte de abajo. El Metro o el Alberdi, donde te conocen o no, los dos tienen grandes diferencias. Pero, al final de cuentas no son tan distintos; en ambos, en la noche de la sala y en la luz del film, anduvo rondando el amor.
Julio San Martín, 05/06/2008.
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