domingo, 26 de octubre de 2025

Raúl González Tuñón






Zenda adelanta cinco poemas de La música amontonada del mundo. Antología poética, editado por Visor.

***

RELATO DE UN VIAJE

Pasa una estación en el regazo del viento.
Jefe telégrafo teléfono carpeta mapa horario todo vuela.
Pasa un árbol con una escopeta
pasa un niño
pasa una canilla abierta
pasa un pequeño féretro blanco con manijas doradas
pasa adentro una niña que maduraba para los guardabosques.

Estoy en el sur del Brasil en el corazón de la montaña
estoy asomado a la calera
los obreros trabajan
las cigarras cantan todo el verano y al invierno estallan
dónde irán a parar las cigarras de los trópicos
oh las cigarras enamoradas del día dónde irán a parar las cigarras
después de cantar todo el verano.
Me entregan un telegrama que dice Venga viernes Renée
qué viernes cualquier viernes ella estará esperando
ella estará recostada
ella tendrá la mano en el sexo cálido
ella estará soñando con la cabeza en la ventana.
Vertiginosamente me alejo Venga viernes Renée
veletas pasan pasan caminos pasan torres Venga viernes Renée
ella no sabe que yo también paso pasa Raúl Tuñón
dicen los obreros de la calera
las muchachas de los bosques dicen
las cigarras del trópico dicen Raúl Tuñón pasa.
Veo sepulturas recién abiertas
veo cruces
veo atajacaminos estrellándose contra los trenes rurales.
Estoy apurado no sé dónde voy siempre de un lado a otro
siempre cambiando barcos trenes aviones
y mis amigos los viejos camaradas los viejos compañeros de escuela
todos estarán apurados
toda la vida estaremos apurados jamás nos quedaremos en un sitio
las muchachas nos saludan con sus pañuelos
adiós adiós.

Mañana cuando estemos muertos qué terrible
tal vez tampoco podamos permanecer en un sitio.

***

LLUVIA

A Amparo Mom

Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los
cementerios abandonados. Otras veces cae con furia,
y uno piensa en los maremotos que se han tragado
tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
De cualquier manera sus tambores acunan nuestras
noches y la lectura tranquila corre a su lado por los
canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor.
No sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos,
la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes
que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos
entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras
de ellos, todo, todo ha desaparecido y estamos
solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en
nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte
única, en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la furia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.

Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada.
Recién estamos descubriendo los puentes y las casas,
las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana,
increíble, pero tan real, numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida
vida, hacia el destino único.
Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca
pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan
poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo
haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras, y
todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la
callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero
distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse
por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas,
las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al
inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra
esperanza, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello
y triste y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la
alegría. Oh, íntima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.

***

POEMA PARA UN NIÑO QUE HABLA CON LAS COSAS

Adolfo Enrique, n. 3-1-1955

En su lenguaje de pequeños gritos,
de claras risas sueltas, porque sí,
como el trino.
De silencios vehementes.
De interjecciones adorables.
Viajando y preguntando con los ojos.
Radiante como el bebe que posara hace años,
¡muchos años!… para el afiche del jabón Cadum,
que yo vi en las esquinas de un París inefable,
Adolfo Enrique habla con las cosas,
conversa con las flores de la tela estampada,
entabla extraños diálogos
con sus juguetes diminutos,
con las nabizas de un vecino huerto,
con el durazno en flor pintado
por el viejito Chi Pai Shi,
con el duende del techo,
con la dama dormida del sillón
—en la copia del cuadro de Picasso—,
con un hilo de luz, con una sombra
en la pared, y acaso,
con otro niño igual, pero invisible,
que se llama Futuro,
y hacia él va cantando.

Llega hasta él cantando
entre veletas y panaderías.
Llega hasta él cantando
entre ferrocarriles, entre buques.
Llega hasta él cantando
entre tabernas, entre multitudes.
Llega hasta él cantando
entre estaciones, entre puertos.
Llega hasta él cantando
entre gaviotas, entre florerías.
Llega hasta él cantando,
entre poleas, entre chimeneas.
Llega hasta él cantando
entre retornos, entre despedidas.
Llega hasta él cantando
entre palomas y guitarras.
Llega hasta él cantando
entre gentes que saben por qué viven y mueren.
Llega hasta él cantando
entre gentes que saben por qué ríen y bailan.
¡Llega hasta él cantando!

El verano plural que estalla en el prodigio
de la Argentina vio nacer su nombre.
Adolfo, por Adolfo Rodríguez, un romántico,
un soñador, un hombre.
Enrique, por Enrique, mi hermano, una bandera,
una pasión, un hombre.
El vivo sol de enero vibraba en la vereda.
Y la ilustre León de las ásperas gredas
y el río Caudal de la caudal Asturias
y el aire enamorado de morriña y donaire
de las gallegas tierras,
corrieron por los finos canales de su sangre.
Y hacia la noche lo besó la luna.

Toma este mundo, Adolfo Enrique, es tuyo.
Te lo presento («¡Gracias!»). Cuando yo solo sea
una querida voz que se ha callado,
un plinto vegetal de enredadera,
un nombre en una lápida, quizás obliterado,
un yuyo del sendero,
has de seguir la marcha hacia el Octavo Día.
Cantando, si tu voz quiere ser canto.
Combatiendo, si sigue la pelea.
Y después, ya maduro, el mundo nuevo
que ayudaste a forjar, verás alzándose
por sobre las montañas del hierro y el cemento
y las fábricas libres y las mieses soñadas
y los puentes calientes y los ríos fantásticos.
Cuando vayas al fondo del destino
y un corazón, crecido con pan, esté esperando.

Toma este mundo, es tuyo. Te lo entrego.
El oficio de hombre es bello y duro.
La calle es ancha y larga.
Su frontera, el recuerdo y el olvido.
Sus horizontes, algo que vendrá.
No es puro idilio, no, pero es real y mágico.
Digno de ser vivido y defendido
y superado y transformado
y andado por caminos de amor hacia la aurora,
en los días risueños y en las tristes jornadas.
Y amado, amado, amado.
Toma este mundo. Te lo doy por nada.
Y pasarán las horas y las horas
y crecerán tus años. ¡Ay, que ninguna pena
destiña la amapola
celeste de tus venas!
Y un mundo más hermoso, más para ti, más alto,
para ti, pequeñito,
porteño estilizado y compadrito,
pero como si fueras
rebrote de torito,
rebrote de torito de Guisando,
pues tu dulzura devendrá tu fuerza.
Gala de Buenos Aires, flor del día,
gajo triunfal de bien plantada madre:
esta mujer que tiene algo de árbol
(la terca voluntad de hacer de ti,
el capitán de la imaginería,
la madera más noble, el viento más alegre,
perfumado en el sol y la armonía).

Toma este mundo, cuídalo.
Es una cosa seria y es una simple cosa.
Conquístalo, contémplalo, ámalo para siempre,
musical niño mío,
predilecto del pan y de la rosa.
Te lo regalo, es tuyo.
Y te regalo un barco
y te regalo un barco dentro de una botella.
Una bota de vino
que vino del Mesón del Segoviano.
Un farol marinante.
Las golondrinas y las mariposas.
Una sirena anclada en el estante.
La banda lisa de los circos pobres.
La luna en el espejo.
Un mapa, un numeroso y palpitante mapa,
un mapa con las rutas
que siguiera Juancito Caminador, tu viejo.
La Esperanza.
Y una caja de música que traje de la estrella.
Toma este mundo, tómalo. ¡La vida es vasta y bella!
Mira siempre allá lejos, hijo mío… Allá lejos.

***

UN JUGUETE ROTO EN EL BASURAL

Un poema está en el sueño. También fuera del sueño.
A veces está allí donde el poeta mira.
Y nada más poético que ese juguete roto
—extraña flor brotada a la intemperie—
que junto a los residuos de los inquilinatos
grises y fraternales
y la hierba menuda del baldío
recatado en el bosque de cemento
piensa cuando jugaba con él un dulce niño
que después fue soldado.

Nunca vuelven.

Y un poema está allí, donde no está el poeta.

***

LOS SUEÑOS DE LOS NIÑOS INVENTANDO PAÍSES

Cuando paso frente a un local donde
exponen pinturas de niños, sigo de largo.

BATLLE PLANAS

Porque el niño conserva todos los libres bríos
de la invención, baraja sus monstruos increíbles
y sus enloquecidos ángeles.
La bárbara inocencia sin prejuicios de la primera pureza
y el espléndido caos, el delirio de la razón, la fantasía.

El niño es el primer surrealista.

Y crece, es hombre, y sigue viviendo mas no sabe
y quien lo lleva adentro así lo ignora.
A veces, de manera sutil, eso supongo,
en cada acto adulto la infancia nos vigila
—una voz, un suceso rotundo, familiar, una lámpara,
una paloma herida con mensaje—.

Todo hombre en el final minuto de su invierno
piensa en algo lejano cuando muere.
Y la muerte es el último país que el niño inventa.

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Autor: Raúl González Tuñón. Selección y edición: Adolfo González Tuñón. Título: La música amontonada del mundo. Antología poéticaEditorial: Visor Libros. Venta: TodostuslibrosAmazonFnac y Casa del Libro.



A 116 años de su nacimiento, recordamos al poeta y periodista argentino, quien logró convertirse en un precursor de la poesía social y combativa en el país.

El 29 de marzo de 1905, nació en Buenos Aires Raúl González Tuñón, en el barrio porteño de Once. Sexto de siete hermanos, hijo de inmigrantes españoles de origen obrero, heredó el compromiso social de su abuelo materno, Manuel Tuñón, un minero asturiano y socialista que fue el primero en llevarlo a una manifestación. El perfil lírico y el espíritu andariego lo tomó de Estanislao González, su abuelo paterno, un aventurero, que jamás salió de España.

Su vocación por la poesía la desarrolló junto a su actividad periodística. Trabajó en el diario Crítica, un periódico vespertino de 1930, que contó con redactores como Jorge Luis Borges. Además, Tuñón escribió sobre artes plásticas y crónicas de viajes en el diario Clarín.

Fue corresponsal en la Guerra Civil Española, para el diario Crítica. En Madrid comenzó una amistad con Federico García LorcaMiguel Hernández y Pablo Neruda. Al terminar la guerra se trasladó a Chile, junto a su esposa, y compartió casa con Neruda, con quien fundó la sede chilena de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, organización antifascista surgida del Congreso de Escritores de Valencia, realizado en Barcelona.

Influyente en la cultura argentina de los años 50 y 60, es considerado uno de los fundadores de la corriente moderna de poesía urbana y creador de una entonación rioplatense para el discurso poético.

La noche del 13 de agosto de 1974 escribió su último poema, en homenaje al cantor chileno Victor Jara. Murió al día siguiente, a los 69 años.

Su obra

Los primeros poemas los publicó en 1922 en las revistas Caras y Caretas Inicial. Un año después, participó en las revistas Proa, dirigida por Ricardo Güiraldes, y Martín Fierro.

La temática de su poesía alude a viajes, barrios de París y Buenos Aires, pueblos de la Cordillera de los Andes o Patagonia, personajes de circo, lugares lejanos, tugurios extraños, marineros, hampones o contrabandistas. Fue uno de los precursores de la poesía combativa en la Argentina con sus poemas civiles, referidos a acontecimientos políticos y sociales.

*La rosa blindada, inspirada en la Revolución de Asturias de 1934, huelga de los mineros asturianos, es un libro que reúne acciones heroicas de aquellos trabajadores con sus mujeres e hijos, y poemas en los que anticipa el levantamiento de Franco.

*Miércoles de ceniza muestra el desenfado y la picardía de los muchachos de los puertos que deambulaban por el viejo Paseo de Julio.

*La calle del agujero en la media lo escribió en París. Permanece su observación de lo cotidiano, su mirar en las vidrieras y en los ojos fraternales: los de un saxofonista, los de un vendedor de globos, los de las chicas del music-hall, los de Blanca Luz que está lejos, los del organista de la iglesia de San Suplicio.

Yo conozco una calle que hay en hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte
y feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.

*Juancito caminador es un personaje inspirado en un artista de circo y en una marca de whisky (Johnny Walker), donde se veía a un personaje de bastón y galera caminando por el mundo, un alter ego literario del autor. Poesía romántica de amores furtivos y grandes amores, mezclada con política y retratos de viajes anteriores.

Poema que compuso Juancito Caminador para la supuesta muerte de Juancito Caminador
Juancito Caminador...
Murió en un lejano puerto
el prestidigitador.
Poca cosa deja el muerto.
Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.
Todo, menos la canción.
Ponle luto a la pianola,
al conejito, a la estrella,
al barquito, a la botella,
al botellón, a la bola.
Música de barracón
-canción, baraja y paloma-
flor de campo sin aroma.
Todo, menos la canción.
Ponle luto a la veleta,
al gallo, al reloj de cuco,
al fonógrafo, al trabuco,
al vaso y a la carpeta.
Su prestidigitación
-canción, paloma y baraja-
el tiempo humilla y ultraja.
Todo, menos la canción.
Mucha muerte a poca vida,
¡que lo entierre de una vez
la Reina del Ajedrez
y un poeta lo despida!
Truco mágico, ilusión
-canción, baraja y paloma-
que todo en broma se toma.
Todo, menos la canción.

 

*El poeta murió al amanecer

Sin un céntimo, solo, tal como vino al mundo,
murió al fin en la plaza frente a la inquieta feria.
Velaron el cadáver del dulce vagabundo
dos musas: la esperanza y la miseria.
Fue un poeta completo de su vida y su obra,
escribió versos casi celestes, casi mágicos,
de invención verdadera
y como hombre de su tiempo que era
también ardientes cantos y poemas civiles
de esquinas y banderas.
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.
Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.
Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,
los parroquianos del Café,
los artistas del circo ambulante,
unos cuantos obreros,
un antiguo editor,
una hermosa mujer
y mañana, mañana,
florecerá la tierra que caiga sobre él.
Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,
un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,
un Schiller, un Bertrand, un Becquer, un Machado,
versos de un ser querido que se fue antes que él,
muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta
y una antigua fragata dentro de una botella.
Los que le vieron dicen que murió como un niño.
Para él fue la muerte como el último asombro:
tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido,
y un pájaro en el hombro.

*De pronto entró la libertad (fragmento)

I
De pronto entró la Libertad.
La Libertad no tiene nombre,
no tiene estatua ni parientes.
La Libertad es feroz.
La Libertad es delicada.
La Libertad es simplemente
la Libertad.
Ella se alimenta de muertos.
Los Héroes cayeron por Ella.
Sin angustia no hay Libertad,
sin alegría tampoco.
Entre ambas la Libertad
es el armonioso equilibrio.
Nosotros tenemos vergüenza,
la Libertad no la tiene,
la Libertad anda desnuda.
(Y el señor Jesucristo dijo
que el reino de Dios vendrá
cuando andemos de nuevo desnudos
y no tengamos vergüenza.)
Hermanos, nosotros sabemos,
pero la Libertad no sabe.

Raúl González Tuñón escribió, también, varias obras de teatroEl descosidoLa cueva caliente y Dan tres vueltas y luego se van, en colaboración con el poeta Nicolás Olivari.

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