viernes, 18 de noviembre de 2011

Adiós, chiquito Tomás

Casi sin pensarlo, empecé a buscar palabras para despedir a Tomás, el niño de Lincoln. Empecé de madrugada, cuando una estrella me avisó que lo había visto pasar hacia el cielo. Ella me dijo que iba con su carita de susto apurado a la morada final; la de los ángeles, la que Dios atiende personalmente.

Imaginé, aún con el papel en blanco y mi pesado lápiz sin arrancar, cómo le explicaría el Todopoderoso el porqué de su pronta e intempestiva llegada. “El reino de los cielos te pertenece a partir de hoy”; “tuve que decidir que hoy fuera el día de tu partida de la tierra, para que no sufras un largo martirio”; quizás, estas fueron las oraciones divinas que Tomás escuchó como protocolo de bienvenida.

No habrá entendido fácilmente el chiquito Tomás estas expresiones filosóficas de adultos; pero como ahora él es un alma, ésta habrá filtrado a un lenguaje infantil el porqué de su nueva y celestial vida.
La mañana me sorprendió con algunas palabras escritas, los rayos del sol encendieron mis neuronas de actos reflejos; sucumbieron las buenas y se apoderaron de mi las malas; aquellas que buscan el castigo. Esas duras y crueles que quieren vengarse de los hombres de mal. La horca, escribí. Si yo fuera el Juez de este caso, diría: usted es el asesino del niño; el que golpeó arteramente la cabeza de un inocente de toda inocencia, con eso lo mató, le quitó la vida; ahora usted debe morir. Será ejecutado hoy a la misma hora de su golpe letal.

De ese modo, el tipo conocería su destino, el fin de su existencia. Recibiría el castigo y pagaría con su vida el daño que hizo con el niño. Sufriría por lo menos unas horas, de saber que morirá. Tal vez, el mismo tiempo que le llevará a Tomás entender porqué ya no vive; porqué no empujará más su camión de juguete y porqué nunca más hará un golazo.

Dios, por favor, explique usted estas cosas. De nuestra parte, elevaremos una oración para aliviar y abreviar las penas de los que sufren.

1 comentario:

  1. Cuando aún resonaban los ecos del asesinato de Candela en Hurlingham, las noticias vuelven a sacudirnos ahora con la muerte de Tomás. Ayer se me cruzaron los mismos pensamientos que a Ud. y seguramente lo mismo habrá pensado el que colgó una horca en un árbol a metros de la comisaria de
    Lincoln. Por suerte a Ud. y a mi nos educaron de otra manera. Por eso pedimos resignacion y una oracion para toda su familia y vecinos.

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