Antes que nada, quiero explicar el porqué del nombre Jean Degaré. Resulta que yo viví en Francia, aunque algunos busquen desacreditar mi experiencia. Digo así porque, cuando lo menciono, dudosos me preguntan cuánto tiempo residí en el país galo, a lo que yo respondo: tres días. Considero que ese tiempo es también una medida en la vida. Alguna vez Violeta Parra dijo que la vida es eterna en cinco minutos.
Volviendo a mi residencia en Francia, diré que allí aprendí palabras y nombres que se utilizan todos los días en nuestras tierras y nosotros, sin saberlo, estamos usando terminología francesa, aunque no pronunciación. Jean Degaré es un ejemplo; aquí se llama Juan de Garay, pero yo lo pronuncio recordando gratamente mis tres felices días de vida en París.
Otro vocablo que yo utilizo fluido pero con entonación “Miterrandesca” es locutuar, que sería locutorio. Con pena voy también a algún velatuar; o haría muchos viajes si ganara la loteruá; deduzca el lector a qué palabras me estoy refiriendo.
Ahora bien, cuando voy en el auto desde el centro hacia el olvidado sur por Jean Degaré, veo que las nubes de esa avenida me acompañan. Las miro (y me miran) trasladándose ufanas sobre el cielo azul en mi misma dirección; yo voy del centro a Pompeya; ellas quizás también. Hice este comentario en un círculo cercano y se me observó esta afirmación o el relato, porque, me dijeron, las nubes siempre están en movimiento. Acepto esa aserción, pero no la fundo. Yo creo que esas nubes se desplazan sólo cuando yo paso.
Ellas me esperan firmes sobre el cielo, alertas de mi espera y, cuando aparezco, se toman de sus blancas manos y me acompañan. Si el día está nublado no voy por Jean Degaré, porque sé que ellas no están, pero no sabré dónde se han ido. Me animaría a preguntarles e imagino el diálogo:
- Ayer pasé y no me acompañaron.
- No puede ser, nos desencontramos.
- Ocurre que la luna nos dijo que ibas en la noche viajando de sur a norte, para el lado de Tucumán y quisimos acompañarte.
- No las vi, viajaba en mis sueños.
- Nosotras si te vimos, te encontramos en la oscuridad y te acompañamos. Viajaste mucho, llegaste y te perdimos.
- Llegamos hasta los cerros y les preguntamos. Nos dijeron que estarías en la avenida. Hasta allí fuimos. Alguien nos dijo que ya habías vuelto. Nos gustó mucho el lugar y nos quedamos en la avenida.
- Cuándo volverán, pregunté.
- En ningún tiempo se sabe, me respondieron.
Julio San Martín, 3/12/2011
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