martes, 28 de febrero de 2012

55 años

El simbolismo del astro destino dice para este número que posee el espíritu de pionero. Yo no sé si tendrá razón, lo que sé es que está en mis manos; soy nuevo en esta edad, estoy pasando mis primeros días con los luminosos 55. Ha sido mi cumpleaños el pasado 25 y he estado muy feliz, junto a mi familia y amigos.

En la vida de un hombre las etapas van pasando y de ellas él va aprendiendo cada día; como he dicho en mis relatos mi infancia a sido el motor de mi vida. Miles y miles de frases de grandes escritores y pensadores la definen de muchas maneras, a algunas de ellas las he incorporado en mis textos, por eso no hace falta decir nada más ahora: sólo que mi corazón se impulsa cada día con mi infancia. También mi adolescencia ha transcurrido en ese mismo sentido; creo que en ella encontré el origen de muchas cosas y del amor.

Ese comienzo ha tenido grandes escenarios, como mi casa de la calle Balcarce, el fondo de la casa, los cerros mirándome cada día, mis padres y hermanos, mi tío Ramón, la calle Balcarce, la Reconquista, la escuela Próspero, el Colegio Comercial, mis amigas y amigos de allí (que hoy están conmigo) y la Avenida, lugar de tantas sueños, encuentros y esperas. No pasa un día de mi vida si recordar a todas estas personas y lugares.

Mis primeros años de adulto me vieron caminar por las calles de Buenos Aires, allí encontré mis trabajos, mis estudios, mi nueva familia; he tenido a mi hijo en el día más feliz de mi vida. También he tenido el día más triste por la partida de mi padre al cielo de los buenos.

Pero no he dejado un día de avanzar en mi búsqueda del futuro. Espero no parar en esto hasta el último día. Así es mi vida y así mi alegría, como la luz de estas velas, que alumbran mi camino al andar; son una especie de dos lunas tucumanas que me llevan a ver la avenida cada día, a subir al cerro a cualquier hora y a encontrarne con las estrellas lejanas.

Muchas gracias a todos los que me saludaron por mi cumpleaños, los quiero mucho y aquí estoy, dispuesto a colmar mi futuro.

jueves, 23 de febrero de 2012

Los muertos del tren

Hace largos años que los trenes no andan bien; quiere decir entonces, que hace largos años que la vida de los pasajeros está en peligro. Ayer pasó el accidente tan temido; gran cantidad de muertos, de heridos y mucha pero mucha angustia.

Las responsabilidades están siendo buscadas; "si hubiera sido ayer, no hubiera sido tan grave porque hubiera viajado menos gente por el feriado"; dijo el funcionario de transporte del gobierno. Si mi tía usara bigotes, sería mi tío; digo yo. El mismo irresponsable dijo que hubo tantos muertos porque todos se fueron para adelante para bajar rápido. No dijo que el tren no tenía los controles necesarios; o si los tenía, no tenía los materiales correctos que una buena inversión requiere. Tafí Viejo, Laguna Paiva, los grandes talleres de otrora, ¿dónde están? ¿Dónde están las escuelas técnicas de aquellos talleres que enseñaban desde enrollar una manguera hasta a armar una locomotora?

Pero así vivimos; siempre se dijo, se escuchó o se vio que se viaja mal. Que la gente tiene que hacer las 14 ó 15 estaciones parada; incómoda. Pero nada se hace. La otra vez fue el colectivo que cruzó con las barreras bajas; entonces todo el mundo le cayó al gobierno de la ciudad y lo responsabilizó de todo.

El país está así. La calle de alrededor de la estación está cortada por los familiares de los muertos de aquel boliche que se incendió. Entonces, las ambulancias no pudieron pasar rápido. Pero nada se hace sobre eso.
El gobierno, por lo que parece, obtiene mucha plata porque cada mes es récord la recaudación tributaria; pero no se sabe adónde envía esa plata. Tal vez en "gasto social" para que la gente no trabaje.

El accidente del tren es el ejemplo de dónde se debe aplicar la plata de aquel origen. En inversión para que la seguridad abrace el bien más preciado: la vida.

Sin embargo, así vivimos. Apretados, apurados, con mala frecuencia, sin respaldo de los gobernantes; con los representantes del pueblo que se aumentaron sus sueldos; y, lo peor de todo: con la muerte al acecho.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Los colores inmensos

Como en un poema de Whitman, el color del pasto, las nubes y el cielo describen la inmensidad. El hombre minúsculo frente a lo natural se empeña en ser más, pero no sabe que es un ser de vida pequeña frente al paisaje que lo rodea. El camino lo lleva a uno a surcar los espacios que alcanza su mano, pero la poesía es el puente que lo invita a ver el más allá.

Cuerpo, alma y espíritu se juntan en los colores del horizonte; el alma está allí, en medio de la vida silvestre, como el hombre; quieto y resistente.

domingo, 19 de febrero de 2012

Horacio Silvestre Quiroga Forteza (1878 - 1937)



Horacio Quiroga nació en Salto (Uruguay) y murió en Buenos Aires el 19 de febrero de 1937.  Hoy es el aniversario de su partida; lo recuerdo por muchas cosas. Hace poco tuve la oportunidad de visitar el lugar donde Quiroga vivió en Buenos Aires y se encontraba con Alfonsina Storni. Hay una película que me gusta mucho que se llama "Un oso rojo" donde el protagonista le regala a su hija un libro de lectura donde está esta narración ejemplificadora, como todo lo que escribió Quiroga. Escuché también que su prosa vívida fue comparada con la de Edgar Allan Poe.

Las mujeres decían que Quiroga era uno de los más pintones de la época. Pero, su vida estuvo signada por la tragedia y hasta él terminó fatalmente porque cuando se enteró de que padecía una grave enfermedad, decidió quitarse la vida, estando internado en el Hospital de Clínicas, donde actualmente tengo un amigo que trabaja allí.

El texto es el que sigue:


Se trata sobre unos flamencos que son invitados a una fiesta que organizaron las víboras y todos los invitados fueron vestidos con disfraces; pero los flamencos molestos por no poseer unos y por tener piernas blancas y pálidas, deciden ir al kiosco a comprar unas medias blancas con rayas rojas y negras. Cuando llegaron los vendedores no tenían esas medias entonces un armadillo les dijo que su amiga la lechuza les podía conseguir medias así. Al llegar a la casa de la lechuza ésta les consiguió unas raras medias que no parecían de tela. Eran blancas con rayas rojas y negras. Se las dio gratis pero con una condición: que no pararan de bailar en la fiesta. Ya en la celebración las víboras envidiosas de las medias de los flamencos, esperaron que uno de ellos se cayera al piso por el cansancio de bailar para que ellas pudieran ver de qué estaban hechas. Cuando un flamenco se cayó las víboras se dieron cuenta que las medias estaban elaboradas de piel de víbora, entonces enojadas empezaron a morder a los flamencos. Arrepentidos, éstos pidieron disculpas y desde entonces los flamencos tienen piernas de color rosa.


 Si de homenajes se trata, vaya éste, el mío, al maestro Quiroga.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Los oficios del niño - El ayudante del limpiador de fondos




La verdadera patria del hombre es la infancia. Rainer María Rilke.

Julio San Martín se paraba cerca de Ramón que iba cortando los yuyos con su filoso machete. Ramón tenía en su mano derecha la herramienta y en la izquierda un palo, que cuidaba con mucho celo, casi tan largo como el machete y que en la punta terminaba en una especie de horqueta invertida que servía para enganchar los yuyos, torcerlos hasta el piso y pegarle el corte justo en la base. El golpe del machete pegaba en el objetivo donde empezaba el yuyo y la tierra; ésta se levantaba y hacía una pequeña nube de polvo al ras del piso.

Ahí venía la tarea del ayudante del cortador de yuyos, con el rastrillo tenía que hacer un “montón” y arrastrarlo hasta un punto del fondo donde no entorpeciera el camino del cortador Ramón.
Eran las cuatro de la tarde de un día de febrero; el sol estaba áspero y fuerte. Ramón tenía el sombrero puesto y Julio San Martín su gorrita.

Avanzaba el paso de los limpiadores del fondo; a la derecha, junto a la tela, estaban las cañas.
Jota, decía Ramón, dame la pala de punta. Julio San Martín corría hasta el limón donde estaban apoyadas las palas, la de punta y la ancha. Volvía a donde estaba Ramón, caminando agarrando la pala con sus dos manos, la derecha en la empuñadura y la izquierda del medio del mango.

Ramón se había arremangado la camisa verde de Grafa, agarraba la pala y empezaba a picar alrededor de las cañas. Julio San Martín se sentaba bajo la sombra del níspero, con la espalda en la tela de Doña Marta y miraba muy atento a su tío por si necesitaba algo.
Ramón apoyaba la pala en la tierra, con su pie derecho la empujaba hacia abajo. El botín de Ramón, caminante duro del suelo taficeño, era el empuje del trabajo. La tierra era seca  costaba entrarle, el cuerpo de Ramón tenía secuelas de su enfermedad, pero la fuerza del empeño y el sombrero que lo protegía del sol eran el símbolo del trabajo que le gustaba a Julio San Martín.

Ya el fondo se iba terminando, el rastrillo de Julio San Martín había ordenado los montones de yuyos y hojas secas de cañas. Ramón le dijo que trajera el tacho de la basura y que pusiera allí los montones de yuyos. Entre los dos agarraron el tacho y lo arrastraron hasta la vereda por el pasillo. Volvieron al fondo limpio, se sentaron a la sombra del limón apoyados en la tela del gallinero. Miraron todo lo que habían hecho, el piso sin yuyos, las cañas limpias, listas para regarlas a la oración.

El sol empezaba a caer, venía la hora del atardecer, lo recibían la gorra de Julio San Martín,el sombrero de Ramón y el fondo sin yuyos.

Ramón, Julio, dijo mi mamá, vengan a tomar el mate cocido… 


Julio San Martín
CABA, 15 de febrero de 2012.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Luis Alberto Spinetta (23/01/1950 - 08/02/2012)

Me gusta ese tajo,
que ayer conocí...
me gusta ese tajo,
que ayer conocí...
ella me calienta,
la quiero invitar a dormir...

Con sus lindas piernas ella me hace pensar,
debo destruir la mierda que es mi gran ciudad...

Me gusta ese tajo,
que ayer conocí...
me gusta ese tajo,
que ayer conocí...
ella me calienta,
la quiero invitar a dormir...


En la avenida sonó este tema en mi querida década del 70. La Catacumba lo tuvo entre sus hits; mucho pelo largo, pantalones con botamanga ancha, zapatos con plataforma; bien vestidos para salir a la noche y andar "de boliche en boliche".

Se hablaba de rock nacional, se disfrutaba de la potencia de la música y de lo zarpado de las letras. Este es un ejemplo de ello; el grupo, o el conjunto como decíamos nosotros, Pescado Rabioso, con David Lebón (bajo),  Black Amaya (batería) y Carlos Cutaia (teclados), lo tuvo en su armonía y acordes. Hoy se ha ido de este mundo. Que descanses, Luis Alberto Spinetta.

jueves, 2 de febrero de 2012

Narciso y Eco

La madre de Narciso visitó al adivino Tiresias para saber sobre el futuro de su hijo y recibió esta respuesta: " Narciso vivirá hasta ser muy viejo con tal que nunca se conozca a si mismo". Desde temprana edad se sentía tercamente orgulloso de su propia belleza por lo que rechazaba cruelmente a quienes querían ser su amante. Entre esos amantes rechazados estaba Eco, la que por un castigo de Hera, no podía utilizar su voz sino para repetir tontamente los gritos ajenos.

Un día Narciso salió a cazar ciervos siendo perseguido a escondidas por Eco. En un momento sintió que alguien estaba cerca y se produjo este diálogo:

- ¿Está alguien aquí?
- Aquí, repitió Eco.
- ¡Ven!
- ¡Ven!
- ¿Porqué me eludes?
- ¿Porqué me eludes?
- ¡Unámonos aquí!
- ¡Unámonos aquí!, repitió Eco y corrió a abrazar a Narciso.
Pero él se apartó, la dejó y ella pasó el resto de su vida en cañadas solitarias, consumiéndose de amor y mortificación, hasta que sólo quedó su voz.

Después, por súplica de un amante despechado, Narciso fue el condenado por los dioses. Él se enamoraría pero sin poder consumar su amor. Así fue que viéndose reflejado en un lago espejado trató de besar y abrazar al bello muchacho que veía ante él, pero pronto se reconoció a sí mismo y permaneció contemplándose una hora tras otra. ¿Cómo podía soportar el hecho de poseer y no poseer al mismo tiempo?. Eco le acompañó en su aflicción hasta que decidió irse al paraíso dejando un "adiós joven amado inútilmente" imaginario. Donde su sangre empapó la tierra, nació la blanca flor del narciso con su corolario rojo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Hola, febrero de mi corazón

Febrero está comenzando. Es uno de mis dos meses del año; el otro es julio. Febrero es el mes en que cumplo años; será el veinticinco mi cumpleaños número cincuenta y cinco. El segundo del año es el mes de la felicidad de haber nacido; de haber visto este mundo lleno de cosas bellas; como los helechos del Nogalar, el cerro azul de Tafí, la calle Balcarce, la Avenida y el mundo que ella tiene para mi.

Cada febrero vuelve a renacer, dice Peteco. El se refiere al carnaval; yo hago mía esa sentencia y la tomo como mi propio renacimiento. Despierto en este día y soy miembro de la vida de un nuevo mes. Así tuve un despertar hace diecisiete años y me encontré con mis treinta y ocho años. Le conté a mi hijo, que era un niño, los años que yo cumplía y me preguntó: ¿el tres y el ocho?. De su pregunta hice un título y de ese título salió este escrito, que hoy quiero revivir.

El tres y el ocho

En cierto tiempo, le preguntaron a Séneca: "cuándo la vida es corta y cuándo la vida es larga", a lo que el preceptor de Nerón respondió: "depende del contenido del tiempo".

Una vez que el teatro de mi mente terminó la función abandonando el sueño al despuntar este día, abro mis ojos y veo a dos señores que comparten la vigilia parados frente a mí. Uno es el tres y el otro es el ocho.

Un año los estuve esperando para que formaran ese par; el tres ya vino a acompañarme ocho veces, pero el ocho lo hace por primera vez. El tres es mi amigo. Lo conozco bien, me ha dado mucho, me ha pedido más y le estoy entregando a cuenta un decenio de mi vida. Empecé una nueva etapa con el número sagrado.

Me ayuda a avanzar por este río hijo de algún dios fluvial que me lleva hacia el mar del infinito. Elegí un brazo caudaloso y lo sigo, pienso que es como la nave Argos que va en busca del vellocino de oro; ahora sube a la gran barca de cedro mi nuevo compañero y héroe, el octavo símbolo de este universo que es mi ser.

Bienvenido número de Pitágoras, eres el principio de todas las cosas que vendrán. Un nuevo integrante de mi vida que es finito, por eso lo quiero; para disfrutarlo, como dije siguiendo a Whitman, a los treinta y siete años empecé con la salud intacta y pienso no parar hasta el fin. Siento que el ocho envolverá mi ser con sus dos redondeles, uno me dará la paz de la ciudad de Kioto y el otro brindará para mí el amor azul que soñara Darío.

Hablaré en voz baja, caminaré con pasos de Tucumán, absorberé el verde de algunos ojos, recibiré el rocío junto a los lapachos, guiaré el alma de mi niño, veré sus raíces en mi tierra, buscaré un lugar para las ansiedades y dolores y seguiré soñando antes de que la luna aparezca en mi cielo.