Una vez me tocó trabajar en una empresa pequeña que había
tenido un conflicto con sus empleados. Pero esto es sólo la ubicación espacial del tema al que
me quiero referir hoy, siguiendo con mi objetivo de enseñanza de los
regionalismos de mi pueblo Tafí Viejo, en Tucumán.
Aquella empresa era del tipo de responsabilidad limitada;
uno de sus socios me atendió y me fue dando toda la información que yo
necesitaba para preparar mi informe. Así, con el correr del tiempo fuimos
teniendo un diálogo cada vez más abierto con ese señor. Él era un hombre mayor
que yo en algunos años, muy amable y atento.
En un momento, el señor, a quien voy a llamar Ruperto me
dijo que él reconocía mi tonada, que sabía con seguridad, sin que yo se lo haya
dicho antes, que yo era de Tucumán. Le dije que sí y que desde hace muchos
años vivo en esta ciudad. Sin embargo,
me dijo él, hay tonos que no se olvidan, ya mostrando un cierto rasgo melancólico
en su expresión.
¿Ah, sí?, le dije, pero ¿usted es de aquí, no? Sí, me dijo
Ruperto; pero tuve una novia de Tucumán, agregó; ya con no sólo la expresión
melancólica sino con una nueva luz brillante en sus ojos, distintos a los
momentos previos. Estábamos sentados frente a frente en su escritorio, con
papeles y biblioratos desplegados entre nosotros. Ruperto corrió un poco los
papeles, apoyó los codos en la mesa y me dijo algo en tono de confesión de un
secreto amistoso, como si estuviéramos sentados en algún bar de la Avenida
Alem.
Nunca me olvido, dijo Ruperto, de una expresión que ella
tenía cuando sentía frío, me dijo; decía ¡chuuuyyyy, que friiiiiooo! Y unas
lágrimas asomaron en sus ojos.
Pienso que Ruperto me dijo que yo tenía que explicar el significado
de este término, para que toda la gente sepa cuándo y cómo utilizarlo. Entonces
me propongo hacerlo ahora, luego de contar esa anécdota.
De todas las formas de expresión que el hombre usa, ya sea
familiar, formal, coloquial, oral y escrito, creo que la coloquial taficeña es
la mejor. Ahora bien, para explicar el
Chuy tengo, obligatoriamente, que asociarlo con el Tuy.
El Chuy, como hemos visto, denota frío, helado; es una
expresión verbal meramente descriptiva. Si bien predomina en el invierno, no se
asocia a las estaciones. Es decir, es corriente usarla en invierno porque el
frío está rodeándonos y el chuy sale en cualquier momento. Pero en verano
también tiene su aplicación, porque al entrar al mar, lo primero que uno dice
es chuuuuyyy. Puedo probar si la botella dentro de la conservadora y los vasos
de acero inoxidable están fríos y el chuuuyyyy será la afirmación.
En cambio el Tuy expresa una sensación inmediata de calor
intenso. Uno dice tuy y mira fijo a la cosa. Toca una brasa que está cerca del
mango del tenedor cuando quiere ver si está el asado, y dice ¡tuy! O agarra la
empanada de la lata recién salida del horno de barro y antes de morderla ya
dice Tuy.
Siento que estos ejemplos muestran con claridad sus
significados. Tal vez Ruperto asoció el chuy al amor secreto, por el recuerdo
que le produjo. Tal vez, no. Pero la sensación que dejó en mí fue que la
expresión siempre está; ya sea en la dialéctica propia o en el recuerdo arcano.
Ambas son expresiones que se relacionan con la impresión que
causan. A veces exageran la intensidad de su significado, pero a la vez
manifiestan con viveza y claridad lo que se siente.
Personalmente siento y vivo el chuy y el tuy; y me celebro a
mí mismo, al decir de Whitman, cuando lo digo. Pienso que el chuy y el tuy son
motores del alma que la niñez, ese combustible que la vida nos da para todo lo
que va a venir, está siempre en nosotros cuando acurrucamos los hombros al
decir chuy; o cuando retiramos rápido la mano, diciendo tuy.
Desde la emoción de Ruperto, he visto otra vez mi interior
colmado de expresiones propias de mi tierra; son las que me han marcado un
camino y es el que sigo en este devenir cotidiano; quiero seguir compartiéndolo a diario, en una coloquial
relación. El explicar con sencillez el significado, el sentirlo y el
mantenerlo, es el camino. Así sigo.