Cual los Incas en las alturas de las montañas lejanas, el
mar también ha preparado una vereda para que caminen los sueños. Ayer he visto
a uno ir y venir con los brazos cruzados marcando cada paso con un pensamiento
marino. Podía verse a su alrededor, esparcidos entre la explosión de la espuma
salada, el deseo de armonía inspiradora para sus versos; era un poeta que
buscaba que las olas le trajeran la inspiración.
Hoy he visto a otro saltando de a dos los musgos del piso.
Mientras saltaba, una nube se acercaba a él y le daba un aire fresco de
aliento; era un amante ansioso por saber si el agua le traería alguna botella
con su mensaje de amor. Deseaba que la buena nueva llegase desde el Sur; de las
heladas aguas australes también pueden llegar noticias ardientes de espera. Se
acercó al agua mojando su pecho latente y vio que las algas le alcanzan algo.
Lo tomó y leyó expectante, el texto se transformó en voz y le dijo: “me muero por vos”.
Mañana iré de nuevo a caminar por la vereda del mar; no iré
a ver qué hacen los demás, pero iré sabiendo que seré un poeta y un amante. Así
entre los dos tendremos poesía, armonía en los versos, aire de nubes, latidos
de amor en el pecho y algún esperado mensaje de amor en el agua salada.
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