jueves, 27 de julio de 2017

Uniendo historietas - 5 - Victorinox y Pambell


Julio San Martín llegó a la empresa un poco más tarde de lo normal por un trámite que había realizado en el centro. Era un día de tórrido verano porteño; en la recepción lo estaba esperando un muchacho apuesto y muy elegante luciendo un ambo de color natural, como si fuera un colombiano o un ecuatoriano a la hora pico de la labor en la zona de bancos.

El sector administrativo de la empresa de camiones estaba organizándose en aquella época y en el sector de Control Contable había ingresado a trabajar la señorita Pambell. Ella era muy atenta y lucía una juvenil elegancia propia de las modelos de la revista Pronto. Era simpática y dada a la conversación suelta y podía abordar cualquier tema.

Lo están esperando, le dijo la recepcionista a Julio San Martín quien saludó al señor y lo invitó a pasar. Fueron hasta la oficina triangular frente a la atenta mirada de las chicas del sector vecino que se miraban entre ellas y se preguntaban quién era. El señor Bagam se acercó a la oficina de Taxes y se hizo una pequeña reunión entre los tres.

Julio San Martín y la señorita Pambell habían entablado una tenue amistad. Ella venía hasta la oficina y siempre había algo para comentar; a veces un chisme, otras un estado de ánimo, pero cada vez que hablaban se hacía llevadero el diálogo.

Victorinox era el nombre del muchacho que a partir de ese día trabajaría junto a Julio San Martín en aquel entuerto impositivo que tenía la empresa de camiones. Ahí se puso en marcha una relación que perduraría en el tiempo con muchos dimes y diretes propios del devenir laboral. Victorinox tenía joven empuje, y hablaba mucho, le gustaba conversar e intercambiar opiniones e ideas, todo lo contrario a la amiga Alepé cuya voz poco se había conocido.

La señorita Pambell también empezó a hablar con Victorinox. Se hicieron compinches, porque ambos eran simpáticos y compartían anécdotas y hasta un lenguaje común, aquel de los chicos jóvenes que se diferenciaban de los modismos más tradicionales de Julio San Martín o del señor Bagam.

Con Victorinox entonces se hicieron charlas amenas y con Julio San Martín compartían la admiración por el mejor equipo de todos los tiempos: Boca Juniors. Así, en los ratos donde las cuestiones impositivas iban quedando de lado para descansar, se trenzaban en conversaciones futboleras, de cultura general y de mujeres también, porque no decirlo. Victorinox, le había echado el ojo a una de las chicas del sector vecino y se desarmaba por contestarle cuando ella venía a Taxes a preguntar algo.

La señorita Pambell era del equipo que estaba por descender en el año 2009, así que se tiraba con munición gruesa con los muchachos de Taxes.
Todo aquello era luz de día de oficina; a las seis de la tarde todo se terminaba y al día siguiente se reflotaba, pero todo quedaba allí. Lo bueno de Victorinox era que le gustaba contar lo que hacía; y por ejemplo decía que le gustaba escribir canciones y cantar, pero eso sí: en inglés. Justo Julio San Martín estaba estudiando inglés en el Centro Universitario de Idiomas y entonces podían compartir la poesía de Victorinox escrita en ese idioma. Su ídolo era Bon Jovi y no veía la hora de que viniera a Buenos Aires para ir a verlo.

Un día después del almuerzo, Victorinox se descompuso; se sintió mal y empezó a deslizarse en su silla. Julio San Martín lo ayudó y lo hizo acostar en el piso armando como una colchoneta con las cajas de archivo. Avisó a “Inhuman Resources” para que llamaran una ambulancia y ese sector, con la rapidez que siempre lo caracterizó se ocupó del tema. Una hora y media más tarde vino el médico y lo atendió. Victorinox había tenido alto stress por las múltiples actividades que realizaba; el médico le indicó que se fuera a su casa. Julio San Martín lo llevó en su auto.

Se trabajó duro en aquellos años, porque Julio San Martín y Victorinox se propusieron crear Tax Department que, a su juicio, la empresa de camiones tanto necesitaba. Lo hicieron con el ímpetu de Victorinox y la experiencia de Julio San Martín. Lo mejor que lograron ambos, fue el respeto con el que siempre se trataron. Victorinox siempre dejó que la respuesta del sector la diera Julio San Martín; también se ocupó de que el invisible organigrama de la oficina triangular se respetara. Con el correr del tiempo aquel hilo respetuoso que había tejido Victorinox en su relación de trabajo con Julio San Martín fue cortado de cuajo por el insensible actuar de otros personajes.

Una tranquila tarde de septiembre en el año 2008 Julio San Martín fue al baño y empezó a sentirse cada vez peor. Transpiraba frío y se le aceleraron los latidos del corazón. Se había mareado, tenía ganas de vomitar y sentía que se caía. Estaba solo; como pudo intentó salir del baño y llamar a alguien. Justo en ese momento, la señorita Pambell entraba al baño y lo vio en ese estado. LLamá a Victorinox, le dijo él y cayó. Ella entró al baño de hombres y lo ayudó. Él estaba tirado debajo de los mingitorios. Llegó Victorinox, llegó Bagam, Juanva y otra vez pidieron a “Inhuman Resources” la ambulancia. Vinieron los médicos, hay que hacerle un electrocardiograma, dijeron. No hay enchufe en el baño, dijo el paramédico. Yo lo enchufo en Cobranzas dijo uno y llevó un alargador.

Subieron a Julio San Martín a la ambulancia y lo llevaron al Sacre Cour, lejísimo de Pompeya. Victorinox fue con él en el viaje. Llegaron al Sacre Cour. Los médicos los dejaron en la guardia y se fueron. Victorinox tenía los papeles del electro. Vino la médica de la guardia, a ver, dijo. Este electro está bien, dijo. Y aquí que pasó?!, dijo, se detuvo el corazón?. No, dijo Victorinox, se desenchufó el aparato.

Para el pensamiento de Julio San Martín, ese día marcó un antes y un después. Un bajón pronunciado de presión producto del estrés, había tenido. Aprendió que la respuesta a una inspección de la AFIP puede esperar; había estado tratando de entender junto a Victorinox la conciliación entre los ingresos declarados por la empresa de camiones y los depósitos bancarios. Aprendió que el compañero de trabajo que es realmente compañero puede asistir a su compañero en el baño, aún si es de otro sexo; y aprendió que el empuje juvenil de la señorita Pambell y de Victorinox es también amistad.


Julio San Martín
CABA, 27 de julio de 2017


jueves, 20 de julio de 2017

Uniendo historietas - 4 - Alepé




La oficina triangular de Taxes se iluminó cuando llegó Alepé a trabajar allí. Aquel espacio oscuro y frío de uno de los rincones angulares ahora tendría perfume de mujer. Julio San Martín le dió la bienvenida y ella, con pocos palabras, agradeció y preguntó qué había que hacer. No sin antes aclarar que tenía mucho trabajo pendiente de su sector anterior, por lo que iba a ir "mechando" las nuevas tareas con los issues que traía bajo el brazo. 

Él le dijo "mejor andá terminando lo pendiente para que puedas meterte de lleno en las tareas de aquí"; y no sé, dijo ella, lo mío es largo, así que no sé cuándo voy a terminar. 

Glup!, pensó Julio San Martín.

En los días siguientes Alepé aportó silencios a la oficina; Julio San Marín recordó sus días de paseo por Tilcara y otros lugares de la Puna Jujeña y comparó el silencio del viento y la altura con el de Alepé: obtuvo el mismo resultado. No obstante, un mediodía caminando por la avenida Saenz Julio San Martín se encontró con ella y decidieron ir a almorzar juntos. Alli conoció la otra cara de Alepé. Él conocía la cara de la oficina triangular, la silenciosa, la introvertida, la del gesto adusto. 

En el almuerzo, ella se mostró totalmente distinta, con una sonrisa que nunca le había visto y con un conjunto de frases y oraciones de una conversación como nunca había tenido. Así las cosas, Julio San Martín pensó que Alepé era semejante al dios romano Jano, aquel de las dos caras; el que no tiene correlato en la mitología griega; el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Poco tiempo llevaba conociéndola y ella se manisfestaba así. A partir de ese día, para él, ella sería Jano.

Julio San Martín le abrió las puertas de la oficina triangular; era el comienzo de él en aquella empresa que se había propuesto progresar, pero por el devenir mismo de la realidad, no podía conocer cuál sería el final. Corría un tórrido verano en época de vacaciones y Julio San Martín estaba durmiendo una siesta en una tarde apacible frente al mar, cuando sonó su teléfono y lo llamaba el Sr. Bagam. Este le avisaba que Alepé se había ido de la empresa.

Y así se fue. Sin decirle nada a Julio San Martín. Sin decirle adiós, hasta nunca. Sin nada, sin habla, en silencio, callada, con la cara de Jano mirando quien sabe adónde. 

 Julio San Martín
CABA, 20 de julio de 2017

jueves, 13 de julio de 2017

Uniendo Historietas - 3 - "De Córdoba Capiiital"



En una de las entrevistas que tuvo que hacer cuando estaba intentando ingresar a la compañía, Julio San Martín se reunió en el centro, en el edificio donde está ARBA, con el Contador Bagam y el Licenciado Caalaye. Ahí conoció a este señor que luego, una vez ingresado ya a trabajar, pasó a ser el único superior en el cuadro jerárquico, que le propuso almorzar juntos. Nunca más, como tanto se dijo en este país, alguien salió a comer con Julio San Martín.

Hasta ese momento los jefes de Julio San Martín eran dos, Bagam y Caalaye. Después apareció otro, el Licenciado Juanva; o sea que a estas tres personas había que rendir cuentas. Cualquier cosa que quisiera decir Julio San Martín, tenía que decirla tres veces y explicarla tres veces. Es decir, si el Impuesto al Valor Agregado daba saldo a pagar, tenía que decirle a Bagam, a Caalaye y a Juanva. Una vez, ante un elevando monto a pagar de  IVA, lo llamaron a una reunión que había con los directores. Julio San Martín explicó la liquidación, una vez más - como diría Lerner - y el Lic. Caalaye dijo: "yo no entieeendo; antes teníamos saldo a faaaavor y ahora hay que paaagar?. Todos los asistentes, miraron a Julio San Martin con la mirada como si estuvieran esperando un corner. Todo se explicó, pero que buena pregunta se mandó Caalaye! Un amigo!

Con el pasar de los días, el Licenciado Caalaye y Julio San Martín fueron encontrando afinidades; el fútbol, la forma de ser de los hombres del interior del país y el deseo siempre presente de volver a la tierra de uno. En realidad Caalaye vivía de lunes a viernes en esta ciudad devoradora, como diría Neruda, y los fines de semana los pasaba en su querida "Córdoba Capiital" 

Desde el punto de vista del trabajo en la empresa de camiones, ellos hicieron un trabajo que permaneció aún después de él retirado; y Julio San Martín lo utilizó hasta su último presupuesto impositivo en la empresa. Juntos armaron una planilla que servía como herramienta para saber todos los vencimientos fiscales del mes. Este documento sirvió para muchas acciones que diferentes personajes en distintos puestos llevaron a cabo.

Algunos de esos personajes lo utilizaron, lo entendieron y le dieron uso; otros, un tanto más soberbios, al no ser de su autoria lo trataron con indiferencia, o intentaron destruirlo; y otros, peor aún, propusieron cambios en el armado, a los que su único autor presente, Julio San Martín, accedió porque vio una mejora en la información, pero no sin darse cuenta de que quien lo proponía no tenía la más pálida idea de cual era el real contenido de la herramienta. 

El recuerdo de Caalaye lo ha tenido Julio San Martín cada vez que ha trabajado con ese presupuesto;  alrededor de 156 veces lo preparó, puede decirse que Caalaye ha permanecido en su obra; quién sabe ahora si Julio San Martín permanecerá en su obra, tal vez ha llegado el final de aquel documento. Quizás es el poema de Borges el que se hace realidad con el trabajo de Julio San Martín y Caalaye, porque aquella herramienta y el empeño que se había puesto en ella "no sabrán nunca que nos hemos ido".

Julio San Martín 
CABA 13/7/2017  






domingo, 9 de julio de 2017

Uniendo historietas - 2 - La fiesta de fin de año




Personnel Department invitó a todo el personal a la fiesta de fin de año. Esta sería en un salón ubicado en la calle Sarmiento el viernes, de esa semana, a las 21 horas. Que bueno, pensó Julio San Martín, será muy lindo asistir. Allí estuvo él, en horario. Como hacía poco tiempo que estaba en la empresa de camiones, no conocía a toda la gente que allí estaba. Hablando con algunos de ellos, se enteró que había compañeros que venían del Centro de Distribución que estaba ubicado en la avenida Fair, en el partido de Esteban Echeverría.

Los mozos servían en la recepción ricos bocados y tragos que le hacían a acordar a las fiestas de los Tupperware que tantas veces había asistido. Compartió algunas rondas de charlas con diferentes grupos de gente y hasta entabló una conversación con uno de los directores, a quien había conocido en las entrevistas del ingreso. El hombre, del norte del país le habló amablemente y se hicieron algunos chistes sobre cuál de las empanadas del norte eran más ricas, las de su provincia o las de Famaillá. 

Pasaron al salón principal para la cena, había mesas muy bien servidas con manteles blancos y centros floreados; con cubiertos, copas y servilletas de tela. La comida fue muy rica y amenas las conversaciones con quienes compartían la mesa; sin conocerse, los vecinos de cena rieron y se divirtieron. La música empezó a subir su volumen y el baile se armó. En la pista aparecieron unas bailarinas y bailarines que enseñaron a bailar merengue. Todo fue muy divertido. La jefa de Personnel Department encabezaba todas las coreografías e invitaba a bailar a todos. 

El punto más divertido de la noche fue cuando empezaron los shows de los cuales eran protagonistas los mismos empleados. Julio San Martín no había sido invitado a ninguno, pero se divirtió mucho con ellos, sobre todo cuando el director del norte bailó caracterizado como John Travolta en la inolvidable Fiebre del sábado por la noche. Fue ése el punto que más lo sorprendió, la soltura de quienes en la empresa a veces no se veían, pero que en la pista de baile lucían al mejor estilo de Tony Manero.

El señor Bagam también había incursionado por la pista, muchas veces se cruzaron en algún ritmo frenético. Hablando con él en algún recreo musical, Julio San Martín le agradeció que le haya permitido estar allí, porque con su visto bueno, él pudo entrar a trabajar en la empresa de camiones. Mientras hablaban, el DJ tocó "Que tendrá el petiso" de Riki Maravilla. Julio San Martín miró alrededor y buscó con quién bailar ese tema.

Ella estaba allí, en la mesa de la empresa de la calle Famatina y él, sin dudarlo, la invitó a bailar. Ella se paró y su fueron a la pista; tenían el mismo estilo para el cuartetazo y se largaron a marcar pasos arrastrando los pies despacito hacia adelante y para atrás, recorriendo toda la pista. Como el ritmo de Riki iba elevando el nivel de exigencia, la performance iba siendo más intensa, igual que el movimiento de ella, que tenía una sensualidad de aquéllas, igual que Julio San Martín había imaginado cuando ella venía a la oficina de Taxes a que le calcule la retención de ganancias.

Lejos de las retenciones y del barrio del "olvidado sur" donde estaba la empresa, la fiesta de fin de año de diciembre de 2004 ha sido uno de los mejores momentos de Julio San Martín junto a aquella gente que compartía nueve horas con él de lunes a viernes. Tuvo allí el placer de la buena cena, la música, el baile y compartir la pista con la alegría de los demás. Y sobre todo el baile del cuartetazo, que quedó siempre en su memoria. 

Todo ello porque en esos momentos las cosas se veían simples y humildes, con camaradería, tal vez una palabra antigua, pero cuyo significado debe actualizarse día a día. Y con el respeto a todos esos valores: simpleza, humildad, compañerismo. Con los años aquellos principios se fueron alejando de la empresa, así como se van distanciando por la ruta de la vida los camiones de larga distancia o de expreso.  

Julio San Martín
CABA, julio de 2017    

viernes, 7 de julio de 2017

Uniendo Historietas - 1 - El Sr. Bagam y la Srta. Beto






Julio San Martín llegó a horario. Lo hicieron pasar hasta Control Contable, se hizo un lío con tantas puertas y pasillos, trató de memorizar por dónde iba, daba vueltas y vueltas hasta que llegó a una oficina grande con muchas chicas y chicos trabajando. En la puerta había un cartel que decía "Aforo".

Bienvenido, le dijo el jefe del sector, el señor Bagam, pasá que hablamos un poquito. Entre las formalidades del primer día, Bagam expresó las necesidades de la compañía y qué aporte debía hacer Julio San Martín. Estaba todo claro, hablaron un poco más de la información, de las registraciones y de los cálculos. Ah, dijo Bagam, tené en cuenta que esta empresa es muy especial.

Julio San Martín se fue a la oficina que sería suya según le había indicado Bagam. Esta tenía la forma de un triángulo, o era en falsa escuadra, o algo así. No tenía ventana. En la parte superior de una pared tenía unas banderolas muy altas con vidrios opacos. Uno de ellos tenía una perforación, a modo de un disparo. Se veía como si el "Sniper" Chris Kyle hubiera tirado con su fusil desde La Rumba en la avenida Saenz y hubiese dado en el blanco justo en esa ventana de la oficina, que a partir de ese día sería de Taxes.

Saliendo de la oficina triángulo escaleno, a la derecha estaban los baños y a la izquierda la puerta de entrada a la Control Contable donde estaba Bagam y su troupe. Ya ubicado en su escritorio que cortaba la falsa escuadra del triángulo escaleno, Julio San Martín se dio cuenta que no tenía ningún útil para trabajar. Él venía de una escuela anterior a muchas de las personas que estaban en Control Contable, solo Bagam andaba en los mismos tramos de su edad, los demás y las chicas principalmente, eran bien jóvenes. A una de ellas se acercó Julio San Martín para pedirle útiles. Ella lo miró sin decirle nada, él la miró, no se acordaba cómo era su nombre después de tantas presentaciones que había tenido en esa oficina. La chica llamó por teléfono y dijo: me mandás útiles para el señor nuevo, por favor? Frito, el señor nuevo Julio San Martín volvió al triángulo escaleno. Ahí recordó el nombre de la chica: Betina; pero le decían Beto.

Llegó la hora de la salida. Escuchó, porque no veía desde su oficina, que todos se saludaban e iban. A él nadie lo saludó. Hasta que él también se fue y saludó a los únicos que estaban todavía en la oficina: el señor Bagam y la señorita Beto.

Volvió a su casa por la calle 24 de noviembre. Era el día del cumpleaños de su esposa. Pasaron una linda velada. Julio San Martín se acostó, agradeció a Dios por el trabajo nuevo; por haber tenido otra vez un primer día de trabajo en un desconocido lugar a los 48 años. Recorrió mentalmente todo lo acontecido en el día y como último pensamiento de la noche le surgió una pregunta. ¿qué tendrá de especial esta empresa de camiones?

Transcurría septiembre de 2004.

Julio San Martín
CABA, 03 de julio de 2017