Personnel Department invitó a todo el personal a la fiesta de fin de año. Esta sería en un salón ubicado en la calle Sarmiento el viernes, de esa semana, a las 21 horas. Que bueno, pensó Julio San Martín, será muy lindo asistir. Allí estuvo él, en horario. Como hacía poco tiempo que estaba en la empresa de camiones, no conocía a toda la gente que allí estaba. Hablando con algunos de ellos, se enteró que había compañeros que venían del Centro de Distribución que estaba ubicado en la avenida Fair, en el partido de Esteban Echeverría.
Los mozos servían en la recepción ricos bocados y tragos que le hacían a acordar a las fiestas de los Tupperware que tantas veces había asistido. Compartió algunas rondas de charlas con diferentes grupos de gente y hasta entabló una conversación con uno de los directores, a quien había conocido en las entrevistas del ingreso. El hombre, del norte del país le habló amablemente y se hicieron algunos chistes sobre cuál de las empanadas del norte eran más ricas, las de su provincia o las de Famaillá.
Pasaron al salón principal para la cena, había mesas muy bien servidas con manteles blancos y centros floreados; con cubiertos, copas y servilletas de tela. La comida fue muy rica y amenas las conversaciones con quienes compartían la mesa; sin conocerse, los vecinos de cena rieron y se divirtieron. La música empezó a subir su volumen y el baile se armó. En la pista aparecieron unas bailarinas y bailarines que enseñaron a bailar merengue. Todo fue muy divertido. La jefa de Personnel Department encabezaba todas las coreografías e invitaba a bailar a todos.
El punto más divertido de la noche fue cuando empezaron los shows de los cuales eran protagonistas los mismos empleados. Julio San Martín no había sido invitado a ninguno, pero se divirtió mucho con ellos, sobre todo cuando el director del norte bailó caracterizado como John Travolta en la inolvidable Fiebre del sábado por la noche. Fue ése el punto que más lo sorprendió, la soltura de quienes en la empresa a veces no se veían, pero que en la pista de baile lucían al mejor estilo de Tony Manero.
El señor Bagam también había incursionado por la pista, muchas veces se cruzaron en algún ritmo frenético. Hablando con él en algún recreo musical, Julio San Martín le agradeció que le haya permitido estar allí, porque con su visto bueno, él pudo entrar a trabajar en la empresa de camiones. Mientras hablaban, el DJ tocó "Que tendrá el petiso" de Riki Maravilla. Julio San Martín miró alrededor y buscó con quién bailar ese tema.
Ella estaba allí, en la mesa de la empresa de la calle Famatina y él, sin dudarlo, la invitó a bailar. Ella se paró y su fueron a la pista; tenían el mismo estilo para el cuartetazo y se largaron a marcar pasos arrastrando los pies despacito hacia adelante y para atrás, recorriendo toda la pista. Como el ritmo de Riki iba elevando el nivel de exigencia, la performance iba siendo más intensa, igual que el movimiento de ella, que tenía una sensualidad de aquéllas, igual que Julio San Martín había imaginado cuando ella venía a la oficina de Taxes a que le calcule la retención de ganancias.
Lejos de las retenciones y del barrio del "olvidado sur" donde estaba la empresa, la fiesta de fin de año de diciembre de 2004 ha sido uno de los mejores momentos de Julio San Martín junto a aquella gente que compartía nueve horas con él de lunes a viernes. Tuvo allí el placer de la buena cena, la música, el baile y compartir la pista con la alegría de los demás. Y sobre todo el baile del cuartetazo, que quedó siempre en su memoria.
Todo ello porque en esos momentos las cosas se veían simples y humildes, con camaradería, tal vez una palabra antigua, pero cuyo significado debe actualizarse día a día. Y con el respeto a todos esos valores: simpleza, humildad, compañerismo. Con los años aquellos principios se fueron alejando de la empresa, así como se van distanciando por la ruta de la vida los camiones de larga distancia o de expreso.
Julio San Martín
CABA, julio de 2017
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