"Soy consciente de mi destino, la sal de mar adentro, roza mi pecho argentino". Este ha sido el comienzo de una carta que le mandé yo a un soldado cualquiera de los que fueron a la guerra; yo había sido otra víctima del engaño oficial que decía que todo el pueblo debía ayudar a los soldados de la guerra. Después todos supimos que lo que se había hecho desde aquí no había tenido llegada a los que estaban en el frente.
Tal vez uno de estos soldados de la foto esté ahora entre los muertos heroicamente, o quizás sea uno de los veteranos que no terminan de luchar; hoy tienen su propia guerra contra la injusticia del trato que reciben, ellos reclaman y ningún gobierno los ayuda. Piden y protestan, pero reciben la fría respuesta del silencio. Y ellos saben mucho de frío y de silencio porque les tocó vivir justamente eso hace treinta años. Las autoridades de aquella época se equivocaron al mandarlos al frente de batalla; las de hoy cometen el error de la indiferencia.
Jorge Luis Borges se refirió a los soldados de la guerra en su poema Juan López y John Ward, en 1985, del cual tomo la última línea a modo de homenaje a estos ilustres soldados de la guerra que nunca debió haber sido: "el hecho que refiero sucedió en un tiempo que no podemos entender".
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