Hace muchos años, el día en que se ponía en marcha el Coche Motor, con el servicio Tafí Viejo - La Ciudad (San Miguel de Tucumán) todos los varones del 5° año de la Sección Comercial Anexa al Colegio Gral. Libertador San Martín, decidimos cambiar el día de clases y disfrutar, en una recordada "yuta", del viaje inaugural del novedoso tren.
Nuestro horario de entrada al colegio era a las 13,45 y el coche motor salía a las 14,01, hora de partida característica del servicio ferroviario. Nos juntamos en la esquina de la Saenz Peña y la Avenida y en lugar de doblar a la derecha para ir al Colegio, seguimos derecho y nos fuimos a la estación.
Abordamos el tren, impresionados por aquella tecnología de avanzada del año 1974 y buscamos ubicación en los verdes y cómodos asientos que nos harían disfrutar del inolvidable, por muchas razones, viaje a escondidas. No queríamos sentarnos del lado derecho porque podrían vernos desde el Colegio; todos sentíamos que el ojo de mirada larga y certera de la Sra. de Cozzi podría alcanzarnos y, en nuestra imaginación - por lo menos en la mía - de tempraneros adolescentes, creíamos que el brazo largo de la "ley" del Colegio, es decir, la responsabilidad de la Sra. de Cozzi, iba a frenar el tren y bajarnos a todos para llevarnos a la clase.
Pero no pasó nada, viajamos contentos como si el tren bala cruzara los prados verdes de Alemania o Francia, pero estábamos pasando, en realidad, por La Parada, El 14, La Curva, Muñecas, Aguas Corrientes, el Colegio Nacional y El Bajo. Ésas eran las estaciones de la felicidad para nosotros; ése ha sido un paseo que ha marcado un sentido de la amistad que hoy perdura y que viene a mi mente cuando recuerdo a cada uno o a cualquiera de los pasajeros que me acompañaban y compartían la picaresca elección.
Mientras tanto, la Sra. de Cozzi, implacable en su razonamiento que siempre se anticipaba a las acciones de los jóvenes estudiantes, se preguntaba en su despacho, dónde estaríamos los varones del 5° año. Decidió mandar al ordenanza, en su bicicleta, a ir casa por casa de los ausentes a preguntar porqué no habían ido al Colegio. El emisario de la difícil misión volvió a reportar disimiles justificaciones.
El viaje de regreso en el Coche Motor del recorrido inverso nos devolvió a Tafí y a nuestras casas. Al día siguiente, ya en el Colegio, luego del saludo de entrada, la Sra. de Cozzi nos llamó a los que habíamos faltado a su despacho.Las chicas, nuestras compañeras, nos dieron palabras de aliento y algunas palmadas de apoyo que nos hicieron sentir bien, con el incondicional respaldo de ellas; así fuimos con más energía al lugar del que no saldríamos victoriosos. Todos a su alrededor, mientras ella sentada nos fulminaba y desafiaba a confesar con su mirada, donde no volaba una mosca o no caminaba un usamico, nos preguntó a uno por uno porqué habíamos faltado ayer.
Las respuestas que dimos fueron de todo tipo, pero recuerdo dos de ellas y una anécdota. Ésta es que mi gran amigo el Cuchi Vega, antes de entrar a la sala donde íbamos a ser "garroteados" empezó a llorar, lo calmé y me dijo que se le iba a complicar en su casa si nos metían amonestaciones. Las respuestas memorables fueron: le preguntó a Arturo Gelsi y él respondió: " no he venido porque estaba enfermo"; la Sra. de Cozzi le preguntó a Carucho Molina, que estaba al lado de Gelsi, y Carucho contestó: " yo me he quedado a cuidarlo a él". Hasta la Sra. de Cozzi se rió.
Amigos, hoy me acuerdo de esto en el Día del Amigo, lo escribo para ustedes, quisiera seguir haciéndolo, pero se me han humedecido los ojos y mis manos están temblorosas; se me agita más el corazón al recordarlos y en estos nombres que traigo al papel, el Cuchi, Arturo, Carucho, y las chicas compañeras, represento a todos mis amigos de aquel viaje y siento que aún no ha terminado; que seguimos en el devenir del tiempo felices, audaces y mirando pasar la vida por la ventanilla derecha de nuestro tren de amistad.