lunes, 30 de julio de 2012

El adiós a Héctor Tizón: con tristeza y con bronca





 Conocí la obra de Héctor Tizón, tarde quizás en mi vida de lector, en el año 1995 cuando trabajé en Jujuy. Allí, en una de las tardes donde el viento que viene del valle te lleva a caminar por las calles de San Salvador y te muestra, envuelta en los mismos colores de los cerros de Maimará, la belleza de la ciudad, encontré en una librería folletos de su obra y supe de inmediato que disfrutaría leyendo sus relatos y novelas.

Hoy he visto la noticia de su muerte. Por eso mi tristeza, porque las letras argentinas y del extenso mundo literario que ha sido testigo de su obra, se han quedado sin uno de los máximos protagonistas. Me entristece porque se lo veía un hombre del interior, un poblador del norte; ha sido vecino de Yala, lugar que supe recorrer, esperando, casi en secreto, verlo para decirle de mi admiración.

Me pone triste el hecho de que su vida haya cesado, las hojas en blanco que estarán en su escritorio, seguirán esperándolo con su pluma y volcando sus vivencias y sus sueños sobre ellos. Ya nadie los escribirá, por lo menos, nadie de la capacidad de Tizón.

Pero también me asalta la bronca; ésta es conmigo mismo; por mi desorden de escritos y fotografías. Tengo muchas cosas anotadas de sus obras que para mi son tesoros literarios y no las puedo llevar hoy a mi blog. Lo mismo me pasa con las fotos, hasta tengo una con él; que fue tomada en la librería Distal cuando presentó su libro "La belleza del mundo"; tengo ese libro con su autógrafo. Tengo anotaciones de cuando estuvo en la Biblioteca Nacional y dió una conferencia inolvidable, pero no están ahora a mi alcance y no las puedo mostrar o transcribir para el deleite de este blog. Bronca también porque en mi perdido blog anterior a éste escribí cosas sobre él y tampoco lo tengo.

Pero esa bronca se aplaca cuando pienso que lo perdido entre mis papeles desordenados se parece a la Puna que tanto quiso Don Héctor. Mi mente, como la tierra de la altura de Jujuy, está llena de valores aprendidos de su obra y que, cada vez que puedo, los saco a relucir. Valores tales como, el detalle de todos los géneros literarios que enumeró Tizón en la Biblioteca Nacional, entre los que incluyó, las cartas y los escritos judiciales; también me queda el valor de la corazonada que según él debe tener un juez. Éste, cuando le traen un acusado de algún delito, al verlo sabe si es culpable o no.

Me queda también en el recuerdo su frase: "nada en el mundo merece que uno se desprenda de lo que le es propio".

La vida de este hombre de letras ha llegado a su fin. Nunca tendrá final su estilo y tampoco se terminará jamás el espíritu de Casabindo que Héctor Tizón llevó desde su querido Jujuy a todo el mundo a través de la elegancia de sus letras.

Adiós señor Tizón, el puente de Yala lo ha visto cruzar hoy por última vez. Usted no lo sabe, pero yo lo estoy acompañando.


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