Hoy temprano fui a un lugar donde tenía que estar a las nueve de la mañana. De pronto el cielo se escondió detrás de negras nubes de lluvia, la calle y la vereda recibieron una temprana noche; el cielo se descargó y mandó una lluvia torrencial.
Sin embargo, cuando llueve mucho y tengo que ir a algún lado es cuando voy con más ganas. Todo viene desde mi niñez.
Resulta que mi papá me llevaba al dentista; como teníamos obra social de ferroviarios él pedía turno y le daban para dos o tres meses después; como yo tenía miedo al dentista me costaba ir.
Una vez, llegó la fecha y le dije a él que no quería ir. No importa, me dijo; voy a pedir otro turno. Pasó el tiempo y el día llegó. Fui y la dentista me dijo: Julio San Martín, vos tenías turno hace dos meses y no has venido, ¿por qué?
Porque llovía, le dije. Entonces, ella me dijo, ¿y vos pensás que porque llueve no se puede ir a ningún lado?
Desde entonces, cuando tengo que ir a algún lado y llueve, aunque sea “un día con más lluvia que otros días”, como dijera Neruda, voy con más ganas.
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