martes, 27 de marzo de 2012

Los oficios del niño - Cortar las alas a las gallinas



Cuando las gallinas empezaban a volar desde nuestro gallinero hasta el de Doña Marta y había que ir a buscarlas y pasarlas de nuevo a través de la tela a su lugar, era el momento de cortarles las alas.
Julio San Martín, corría atrás de las gallinas hasta pillarlas[1]. Ese trabajo era difícil. Cuando se decidía a cuál se iba a pillar[2], se le iba encima tratando de arrinconarla contra el alambrado. Flexionaba un poco las rodillas y bajaba los brazos dando pasos cortos hacia delante o hacia los laterales lo más rápido posible, porque la gallina se mueve muy ligera. 

Un ex jugador de San Martín llevó en toda su carrera el apodo de “pilla pollos”, porque, seguramente, un agudo observador de las costumbres de la casa, lo encontró por la forma de marcar del gran número 5, ídolo de La Ciudadela.

De pronto, la gallina se salía de ese rincón que Julio San Martín le hacía y corría por todo el gallinero; gallina que huye corre rápido; ahí el niño, tan ágil como el ave de corral, corría por detrás de ella, se tiraba una voladita[3] y la agarraba de las patas. La sostenía firme entre sus manos y echaba un vistazo al gallo, que lo miraba de reojo como preguntándole qué hacía con su gallina.

Julio San Martín caminaba entre las piedras del gallinero, en ese terreno desparejo y seco sin pisar los pollitos, el tarro de agua, algún lavatorio viejo con maíces y otro recipiente con cáscara de papas. En la entrada al gallinero, como vigías de la puerta para que no se escapara ningún animal, estaban su mamá y la tía Rosa, con la tijera lista para cortar las alas.

Mi mamá sostenía la gallina y la tía Rosa le estiraba una de las alas. Miraba cuidadosamente las plumas y hacía un pequeño corte en una de ellas; listo, decía; esta ya no vuela más. Mientras tanto, Julio San Martín andaba corriendo por el gallinero tratando de pillar a la gallina paraguaya. Esa corría rápido y Julio San Martín volaba una y otra vez como si fuera Olea, el arquero de Villa Mitre, cuando jugaba contra Juventud.

Esa no se puede pillar, mamá, decía Julio San Martín. No importa m’hijo[4], ya le vamos a decir a Ricardo que te ayude.

Ese trabajo de Julio San Martín, el de pillar las gallinas, le ha enseñado mucho en la vida. Cuidar las cosas de uno en su lugar, que no se vayan para otro lado; tener un método para atrapar el problema y otro para cuando éste se hace más rápido también ayuda a vivir; ser el protagonista del encierro y la corrida, y el espectador del corte en si, preparan a uno con la sabiduría de las cosas simples.

Por último, asistir a las manos sabias de los mayores que resuelven su parte, con la experiencia de la cotidianidad, es un acto de solemne amor por las cosas de uno. Más aún, si todo ese eterno episodio se realiza en la casa de uno, con su mamá y su tía, bajo el cielo azul de Tafí, al pie del cerro, en la calle Balcarce y cerca de la Avenida.

Julio San Martín
Buenos Aires, 27 de marzo de 2013




[1] Agarrarlas.
[2] Agarrar.
[3] Se arrojaba hacia delante.
[4] Forma corta de decir: mi hijo.

1 comentario:

  1. Como se nota que sus escritos ya han trascendido las fronteras de " Tucson" que tuvo que aclarar el significado de "piyarlas", "piyar","voladita", "m'hijo". En mi casa tambien supimos convivir con las gallinas hasta que una madrugada en que nacio mi hermana menor, los amigos de lo ajeno, se las llevaron saltando la tapia. El gallo que vigilaba a las gallinas era bastante grande yo no me le animaba, por eso me resultó raro que esa noche no alertara y se dejara llevar por los chorros.
    Ud, tenia la 5 en la espalda como el crack de la ciudadela?

    ResponderEliminar