Se fue Riquelme, al final. Los que lo queremos ver jugar en Boca nos quedamos con las ganas. Yo esperaba con la luz de la esperanza encendida como un candil de aceite de la Edad Media. Esperaba o quería escuchar que iba a jugar de nuevo para nosotros, a jugar en su casa, como él siempre ha dicho.
Quería verlo otra vez en el segundo tiempo de cualquier partido cuando atacaba para mi arco. Parándola como sólo él sabe cualquier parar cualquier pase venga de quien venga. Pisándola sin mirarla viendo a quién se la dará. Dando el pase y picando a recibirla de vuelta, ya sabiendo él antes que todos cuál sería la segunda jugada.
Pero ha sido fiel a su carácter; sin vuelta atrás en su decisión, no ha vuelto a Boca. Pero está bien, se lo ve bien, con la cara redonda por la falta de partidos duros. Sonriente, pensativo y rápido para responder, como si se sacara a cualquier marcador de encima.
Se fue Riquelme y los hinchas no estamos contentos. Él, ¿estará feliz?
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