29/12/12
POR PATRICIA KOLESNICOV
Cuando decidimos ir en barco a Uruguay, hace unos días, entré a la Afip para pedir autorización para comprar pesos uruguayos. Mis vacaciones son quince días en una playita a media hora de Montevideo, donde el mar todavía es, en realidad, el río. Para mi sorpresa, me dieron la autorización y por un monto razonable.
El jueves paro bancario, ayer temprano fui a un banco en Avellaneda. “No tenemos sistema con la Afip”, me avisó el vigilante. No me preocupé: crucé el Puente Pueyrredón, me corrí hasta el microcentro. Allí, en alguna parte, iba a conseguir.
Pasé por un banco, por otro. “El sistema va y viene”, advertían. En una casa de cambio (sin sistema) una chica me gritó desde la cola: “¡Comprale a un arbolito”!
Finalmente, fui al lugar donde cobro el sueldo. Me dijeron que sí, que ellos “hacían la validación”, pero la hora de la verdad era en la caja. Validaron, es decir, se comunicaron con la Afip, que les entregó un papel igual al de mi declaración, donde yo decía con quién viajaba, adonde y por cuánto tiempo. Me dolió un cachitín el estómago eso de que el banco supiera tanto de mi vida –¡mirá si me fuera de trampa!– pero bueno, pago los impuestos, no tengo rollos con la Afip, por qué no comprar mis pesos uruguayos en blanco.
Así que esperé. Doscientos números esperé. Dos horas esperé. En silencio. A mi alrededor, en una sola sucursal de un solo banco, había por lo menos doscientas personas en silencio.
Me acordé, en ese rato, de aquella historia del sapo, que si lo tiran en agua caliente salta y se salva pero si lo ponen en agua fría y se la calientan un poquito, otro poquito, otro poquito, se irá acostumbrando y se dejará cocer hasta la muerte.
Me sentí ese sapo. Primero la tarjeta de débito que no sirve más en el exterior, después la autorización de la Afip para comprar moneda extranjera, los datos personalísimos expuestos. Después el (¿mitológico?) cupo anual que nadie sabe de cuánto es. Y el 15 por ciento, que habrá que ver cuándo alguien recupera. Porque si era para devolverlo, ¿para qué lo pusieron?
Como el sapo, dejamos de sacar plata afuera, y bueno, viajamos con efectivo. Tibio, más tibio, pedimos la autorización, calentito, vamos a hacer la cola al banco donde venden plata uruguaya (no hay tantos), caliente, esperamos que haya sistema… Y claro, después de todo eso, a jugar a la taba. Tirá y vemos cómo cae hoy: de un lado podés comprar, del otro te arrojan al arbolito, a la ilegalidad, al mercado negro, a la devaluación, a la realidad.
“Hay un cupo diario”, sopla alguien. Es una sospecha, no algo oficial. Pero es mentira: a las 10.30 el banco ya no “tenía sistema”. La Afip había bajado la palanca el último día del año, antes de las vacaciones de mucha gente. La taba cayó “culo” para todos y todas.w
Nota publicada en Clarín, sábado 29 de diciembre de 2012
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