sábado, 4 de agosto de 2012

De compras en carretilla


Estábamos con Ramón sentados en el patio abajo de la parra; eran las cinco de la tarde de un mes de octubre, el sol ya no era el de la primavera, estaba un poco más caliente; el cerro, testigo de siempre, se veía allá a los lejos rodeado de nubes blancas.
Doña Nelly salió de la casa con un papel en la mano, se lo dio a Ramón y le dijo: éste es el pedido. Ramón lo dobló muy parejito, prolijamente y lo puso en el bolsillo derecho de su camisa beige de Grafa. Vamos Jota, me dijo. Yo ya estaba listo, me fui hasta la mitad del patio y agarré la carretilla que estaba apoyada en la tapia que daba a la casa de Doña Marta.

La traje hasta la parra, Ramón ya se había puesto el sombrero y ajustado el pañuelo negro de su cuello. Yo salí con la carretilla por el pasillo del costado a la vereda, él iba atrás; nos saludó don Carmelo que estaba sentado en la entrada de su casa con un pantalón piyama celeste y una camiseta blanca.  Salimos a la vereda y bajé a la calle con la carretilla, la puse al costado mirando hacia la avenida y me subí.
Ramón agarró la carretilla y emprendimos el viaje hacia la Cooperativa.

La Balcarce hasta la Bolívar era de tierra. Allí empezaba el asfalto, la rueda hacía más ruido. Cruzamos la Rivadavia, la Paysandú, la Centenario y llegamos a la Avenida. Yo miraba las casas, los tarcos, la platabanda; doblamos en el Cine Metro y entramos en la recta final.
Ya en la Cooperativa, Ramón sacó el papel de su bolsillo y se lo dio a Don Farías, que empezó a armar el pedido: fideos entrefinos, choritos, lengua i’ pájaro, arroz, azúcar, yerba, galletitas fideo, polenta, y harina. Mientras preparaban el pedido yo me iba al otro salón y veía la ropa; será que desde allí viene mi gusto por ver las vidrieras.

Llevamos las cosas a la carretilla, me subí y empecé a acomodar los paquetes alrededor mío; me había sentado mirando para atrás, es decir, de frente a Ramón. Él ya estaba en su puesto, levantó la carretilla y empezó el regreso. Ramón decía que nunca había que volver por el mismo camino por donde se había ido, así que agarramos otras calles rumbo a la casa.
Lo miraba a Ramón y lo veía cansado. Transpiraba, las gotas de sudor le caían por debajo del sombrero. Yo sentí algo en la nariz y me salía sangre. Ramón me vio, paró, sacó un pañuelo blanco del bolsillo de atrás del pantalón; me limpié la nariz y apreté el pañuelo en el lado por donde me salía. Ramón agarró la carretilla y empezó a caminar más rápido.

Él no podía caminar bien, arrastraba el pie derecho y se esforzaba por ir más rápido. Yo me tapaba la nariz y sentía que ya no salía sangre, pero Ramón seguí caminando con fuerza. Sus botines duros, caminantes del suelo taficeño le daban un paso firme de vuelta a mi casa. De un salto me bajé y empecé a caminar junto a él. Lo agarré de la muñeca como tratando de ayudarle, como si el envión de mi mano le aliviara el peso de la carretilla. Paramos para descansar en la esquina de la Bolívar y la Chacabuco.
Volvimos a la casa. Mi mamá nos estaba esperando con el mate para Ramón y el mate cocido para mí. Abrí el paquete de las galletitas fideo y me comí varias; le di a Ramón pero él no comía nada dulce.  

Así recuerdo las tardes de compras en carretilla; así recuerdo a Ramón, mi tío querido del alma. Todavía siento que me lleva cuando voy por ahí; si estoy en Tafí miro las calles del recuerdo de aquel trayecto y me parece que allí vamos los dos camino a la Cooperativa; él con su sombrero y su pañuelo negro al cuello; yo mirando el recorrido de ida y de frente a él en el regreso. Su cara, sus manos y su voz están todavía en mi. "Vamos, Jota"; vamos Ramón.

 Julio San Martín
Bs. As., 04 de agosto de 2012

2 comentarios:

  1. Al igual que otros relatos suyos,anteriores, este me identifica plenamente con sus vivencias amigo Julio, o "J" como lo llamaba su tio Ramon. Yo no tenia un tio que me llevara sobre la carretilla hacia la cooperativa, pero si era yo el que iba tempranito a hacer cola para conseguir una lata de kerosene, luego iba mi papá y volvia con la carretilla. Otra de las delicias que conseguiamos alli ademas de las galletitas fideo que tanto disfrutaba Ud. era la gaseosa crush. Otra vez en la que se usaba la carretilla era cuando habia alguna fiesta familiar o en las fiestas de fin de año, para ir hasta el mercado a buscar el hielo en barra.
    Un afectuoso saludo, amigo "J". Mario Carrizo.

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  2. Amigo Buceador, gracias por compartir mi relato y por aportar sus vivencias en la carretilla, ese elemento tan caro a nuestra niñez y a nuestra infancia. Es verdad, la lata de kerosene, las botellas de Crush y la barra de hielo en el Mercado, formaron parte también de aquel hermoso viaje que una vez hemos empezado junto a nuestros tíos y padres y que hoy sigue su trayecto por la suave brisa del recuerdo.
    Un gran abrazo.

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