No sin preocupación vi esta fotografía que me mandó un agente. Se trata de la publicidad de una "Mila a la parrilla", lo cual empieza a generar en mi la intriga propia del que se sabe poseedor del mejor secreto del universo culinario.
Hasta ver ese cartel, yo sentía la exclusividad de haber visto, pero no sólo eso, sino consumido también, una milanesa a la parrilla. Ya el nombre que le da el restaurant Hereford, sito en el Mall Recoleta, puede ser pasible de un planteo de nulidad del bien preciado del pueblo tucumano, más precisamente del barrio de La Ciudadela. Porque allá se llama Milanesa a la Parrilla, así con todas las letras que forman la palabra m.i.l.a.n.e.s.a.
Aquí voy a usar términos originarios del lugar que cada domingo idolatra a la milanesa; confieso que soy uno de los adoradores (hay también adoratrices) de esta ricura. Cuando voy caminando por la calle Bolívar y me acerco a la cancha del Santo, veo las parrillas humeantes con chorizos de Simoca, quiquirimichi con y sin picante, sanguches de ternera y verdura; las facturas y los rosquetes. Pero lo que sobresale para mi es la milanesa a la parrilla. Ahí nomás me pido una; y sale bien cocinada, crocante y sabrosa. Se respira todo ese aire de La Ciudadela y es una delicia de cuerpo entero.
Me pregunto ahora, en esta ciudad inmensa, de tanta gente y en medio de un Mall: ¿será igual?; tengo que ir para encontrar esta respuesta; la necesito, quiero saber si se cumplen los protocolos de elaboración y las estrictas normas que la vieron nacer. Pero, por arriba de todo eso, necesito sentir el olorcito y el sabor de la verdadera milanesa a la parrilla.
Continuará.
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