martes, 30 de octubre de 2012

Boca nunca baja los brazos


Me acuerdo que cuando San Martín ascendió a primera la última vez, jugó su primer partido de visitante contra Independiente en Avellaneda; perdió uno a cero con un gol sobre el final del partido. Se dijo aquella vez que el Santo debía acostumbrarse a que en ese momento estaba jugando en primera división y que debía estar muy concentrado hasta el final del partido. Un descuido de la defensa lo había hecho perder aquellos puntos.

Creo que algo así pasó ayer entre River y Boca; si bien Boca no ganó, lo que hizo sobre el final fue mostrarle a River que ahora el equipo de Núñez está en primera división. En diez o doce minutos, estando dos a cero abajo, demostró que es Boca y que nunca está muerto, como dijo el Pochi Chávez. Precisamente dijo: “nosotros somos Boca y que nunca nos den por muertos”. Muy bien el Pochi. Schiavi, por su parte, dijo que está agradecido con su padre porque lo hizo hincha de Boca; y que estaba muy emocionado porque a sus treinta y nueve años jugó el partido de “esos que me gusta a mí jugar”.

Yendo al fútbol, por el lado de Boca estuvo ausente de total ausencia, mientras estuvo abajo en el marcador. Cuando se fue a buscar un gol, encontró un penal y lo convirtió Silva. Estuvo a punto de sufrir el tres a uno pero un error del centro delantero de ellos, aunque en este fútbol de hoy, ya no se llama así, le permitió hacer un ataque y buscar el empate.

Paredes, el que Riquelme nombró como su sucesor, la llevó mirando todo el panorama del área rival sin que nadie lo molestara. Se perfiló para la derecha, la pisó, encaró para la izquierda, enganchó para el otro lado, miró de nuevo a quién darla; a mi me dio la impresión de que Juan Román Riquelme le iba dictando la jugada; el chico Paredes le hizo caso a Román y se la dio a Lautaro Acosta, abierto en la derecha.

Mientras todo esto ocurría, Erviti se fue hacia el área como si fuera un nueve más. Se paró a la par de Botinelli y esperó el centro. Acosta, escuchó la voz del Guille, y le pegó fuerte hacia el centro del área de la defensa inexperta. Erviti hizo un paso atrás y lo desacomodó (lo tiró a la mierda, se diría en La Ciudadela) al seis de ellos. Silva saltó y la quiso parar en el pecho. No pudo, pero la pelota rebotó y le quedó a Erviti como para patear un penal de sobre pique. Llegó antes que el arquero y marcó el empate.

Ahí vi que los colores de River eran los mismos que los de San Martín, presos de la desazón. Los colores de Boca, el azul oscuro y el amarillo que resalta, son los colores de la lucha, de empatar peleando. Cuando Erviti estaba caído gritando el gol, llegó por atrás Silva corriendo con fuerza de guerra como si hubiera que agarrar algún rebote. Pero no había nada que agarrar y patear; la pelota, que tanto se le había negado a Boca a lo largo del partido, ya estaba dormida en la red; pero se despertó de golpe por el grito de alegría y la fiesta del pueblo xeneize. Ese que lucha y lucha, ese que no da un partido por perdido. Ese que quiere a Boca y ese que sabe que Boca nunca baja los brazos.



 

sábado, 20 de octubre de 2012

Feliz día, mamá





Para Usted en su día

 

Un hombre cruzó el mar y el océano,

Fue cuando comenzaba el siglo.

Dejó atrás la tranquila Cámira, Kios,

Kárpatos y la bella Lindos.

 

 

Yo celebro esa travesía de mi abuelo,

América le dio a la que hizo mi luz. 

Trajo al mundo, bienvenida, a mi madre.

Ella está aquí ahora, cuidando mi desvelo.

 

 

Mezcla helénica y riojana, 

Hija sagrada de la tierra tucumana.

A mi me tuvo con el hombre de su alma,

A mi hermano Ricardo y a Alicia, mi hermana.

 

martes, 9 de octubre de 2012

No está lejos en que va en las ancas



Viendo el paisaje de Anca Juli, aquel cuyo recorrido empieza en Vipos, me acordé de mi viejo amigo  Salvador González. También ha sido mi vecino, Salvador. Vivía en la casa de Doña Marta y Don Carmelo.

Por muchas cosas vividas en la infancia lo recuerdo. Desde su atento saludo a la mañana, los juegos compartidos, las charlas con la tela del fondo de mi casa de por medio, los partidos en la calle Balcarce, antes del asfalto, cuando él era el arquero de mi equipo.

Lo que uno transcurre en la vida va dejando experiencias que siempre sirven. A veces, para aplicarlo a lo cotidiano o para conocer el porqué de algo, como si fuera el proceso de intuición. Todas esas enseñanzas recibidas o asumidas resultan para uno de uso ulterior interior o para compartir. No siempre se puede compartir lo asumido, por más que se intente a veces la riqueza de adentro de uno mismo no puede ser puesta en convivencia con los demás.

El amigo Salvador me dijo una vez un dicho propio que nunca se lo escuché a nadie. Yo llevo esa sentencia marcada en mis frases populares y la utilizo siempre, eso sí, en soledad. No sólo porque el que pudiera escucharla no la entendería sino porque, además, la siento mía dado que para mí si tiene mucho de sabiduría.

Jugando a los penales en la vereda de la casa del tío Juan, iba yo ganándole 3 a 1. Pateó él su penal y no lo pude atajar. Con ese gol estábamos 3 a 2, ganando yo. Cuando iba a patear el próximo, porque el que lo hacía volvía a patear y mientras ponía la pelota en el punto del penal, desde allí me dijo: "no está lejos el que va en las ancas".

Yo estaba en el arco tratando de adivinar adónde le pegaría Salvador, pero al escucharlo me dí cuenta  que él estaba muy cerca en el marcador. Lo pateó y lo hizo. Me empató. Pensé que si no me lo hubiera dicho, yo hubiera atajado ese penal.

Así que el "no está lejos el que va en las ancas" tiene un efecto acelerador de un lado y un impacto que intima del otro. Ese decir de Salvador me enseñó a ver la cercanía de lo que se viene, me hace disponer de la mejor manera para salir lo mejor parado posible; es, en definitiva uno de los penales en contra que uno tiene en la vida.


Julio San Martín
Bs. As. 9 de octubre de 2012

viernes, 5 de octubre de 2012

Hasta los Tupper tienen fin







Earl Silas Tupper ha sido el creador de los recipientes que, a partir de los años 60, han estado en todas las casas del mundo. Su descubrimiento ha revolucionado, sin dudas, una gran cantidad de espacios en la vida de los hombres. Esos espacios, creados por sus productos, han ido ubicando las cosas en su lugar desde todo punto de vista; desde la conservación de alimentos hasta la forma de vida de quienes estuvieron o están a su alrededor.

En Argentina, un grupo de abnegadas mujeres y sus maridos tuvieron la delicada labor de hacer conocer esos productos, los "taper" como se conocen aquí, y lo lograron, no sin antes crear en el país novedosas formas de fabricación, distribución, ventas y administración.

En abril de 1982 tuve la suerte de entrar a trabajar en la empresa Dart Argentina SA, que era la forma jurídica de representar aquellas renovadoras formas en Argentina. Yo era estudiante de Ciencias Económicas cuando empecé; hice toda mi carrera trabajando en Dart y estudiando en la UBA, lo cual ha sido de vital importancia, porque me sirvió la práctica de la empresa para aplicar la teoría que la facultad me daba.

En todos esos años de permanencia en Dart, he conocido mucha gente, con muchos de los cuales mantuve siempre una relación cercana de afecto, porque las horas se hacían largas ante la preparación de la información local, los reportes al exterior y el día a día. Además, la empresa no tenía alta rotación en la parte administrativa a la que yo pertenecía; entonces con muchos de los que allí remaron y remaron, tuve un largo período de contacto en la vida laboral y a veces también afectiva.

Uno de aquellos compañeros, que había sido de los primeros en ingresar a Dart, que yo conocí siempre como el Gerente de Finanzas, ha dejado este mundo hace pocos días y se ha ido al cielo de los buenos. Un viento abrasador de coincidencias que manda el destino, crea una semejanza de la ida de Ricardo con la fecha de partida también de quien inventara los tapers.

De mayor realce mundial, en términos de productos Tupperware, habrá sido la noticia del paso al más allá de Earl Tupper, pero sin embargo, la misma dimensión, en términos de caballerosidad y respeto, es la triste noticia que hoy llega al mundo "taperwariano" como él lo definiera.

De gran porte y esmerada presencia, el "gallego celta" como él últimamente se autodenominaba, me ha enseñado el mejor trato y el respeto en el trabajo. Hoy, ya no está entre nosotros. Se ha ido despidiendo de a poco, como si tuviera ya lista su fecha. El asombrado cielo de su lejana y querida España también ha dejado caer una lágrima por el caballero Ricardo Rodríguez Pérez.

Adiós, amigo lejano.