Muchos años después de mi último acto patrio en
la escuela primaria, el lunes 7 de julio tuve la oportunidad de asistir a la
celebración del Día de la Independencia, a casi 210 años de la gesta histórica
que se dio en la Casa Histórica de mi querido Tucumán. El acto se llevó a cabo
en la escuela (colegio, como se dice aquí) de la calle Anchorena, cerca de la
avenida Córdoba.
En un espacioso salón de este antiguo edificio,
en el primer piso, se hizo la reunión donde cada grado llegó con su maestra y
se sentó en el piso, en colchonetas acondicionadas al efecto, prolija y
ordenadamente. Para los padres y acompañantes se habían destinado unas gradas
que se cubrieron ampliamente.
Las maestras tenían, cada una, una función que
cumplir y se hablaban entre ellas ultimando los detalles de lo que vendría. Los
que iban a tener algún papel en el desarrollo del acto tenían ya una ubicación
preparada y allí estaba yo, junto a mis compañeras de baile y la profesora. Cerca
de la hora de inicio se hizo presente el señor Director del establecimiento y,
dirigiéndose al público ansioso, dijo que todo estaba listo para empezar y sus
palabras dieron comienzo a la celebración.
Para mí, ése fue el primer impacto, porque las
palabras del Director, llamaron al silencio de los presentes y un aire de
respeto inundó el predio. Se hizo presente la bandera de ceremonias llevada por
la abanderada y los escoltas, bajo un nutrido aplauso y al son de una marcha
alegórica que empezó a llenarme de recuerdos y emociones. Detrás de la
bandera se ubicó la maestra que acompañó
a los abanderados y con voz suave pero firme les iba diciendo qué hacer en cada
paso del acto.
Primero se cantó el Himno Nacional Argentino y
a mí se me hizo un nudo en la garganta porque vi de cerca cómo la abanderada
levantó la bandera para introducirla en su banda celeste y blanca y enarbolar
así los acordes de la mágica canción patria argentina. Cuando empezó la letra,
las voces de los chicos hicieron que el salón se ensanchara de emoción, al
mismo ritmo que lo hacía mi corazón, porque la música, la letra y las voces
parecían venir desde la escuela Próspero Mena N° 2 de Tafí Viejo, en Tucumán.
Luego vino el Himno a Sarmiento, con las mismas
voces apasionadas de los chicos, guiados por la dirección del profesor de
música que marcaba el ritmo y los altos y bajos de la música. Yo sé, por lo
menos así lo sentí, que esa marca del joven profesor también guiaba a mi
corazón, en la emoción del recuerdo.
El acto continuó con discursos de docentes, una
obra de teatro donde los protagonistas eran los patriotas y el rey de España y
la actuación del grupo de canto de 5° grado que interpretó la zamba “Al Jardín
de la República” acompañados por la guitarra del profesor. Al final del acto
hablé con él, le dije que había elegido
muy bien la zamba para interpretar y me dijo que él les explicó a los chicos
que había que mostrar, mediante una canción, las costumbres de Tucumán, el
lugar donde se declaró la independencia y que ellos lo entendieron así, por eso
la cantaron con tantas ganas.
Como número final bailamos nosotros, los
alumnos del curso de folklore para adultos de la noche; empezamos con la Jota
Criolla, luego la Caracola Peñera, pasamos por el Bailecito y al final, una
chacarera doble. Todas las danzas fueron seguidas con entusiasmo por los
asistentes y nos apoyaron con palmas y aplausos.
Para finalizar, el Director de la escuela
agradeció a los presentes y a los chicos
por su comportamiento, además les dijo que las maestras, los profesores y él
los están acompañando en el aprendizaje de todos los días y que en el futuro,
cuando terminen la escuela, serán ellos los que tendrán que seguir por la vida
con los valores y el respeto que ahora se les están enseñando.
Yo, que ya no miro de cerca el día a día de una
escuela, pienso desde este acto que me tocó compartir gracias a las danzas
folklóricas, que lo que yo he visto en mi niñez sigue vigente. La bandera de
ceremonias, el himno, los discursos, las actuaciones y representaciones de los
chicos y los maestros son iguales a aquellos en yo era protagonista. Ahora,
desde mi rol de espectador veo, desde este día, que cuando se pone el empeño
por el bien delante de todo y se enseña el respeto por el lugar en donde se
está, estamos solucionando, sin dudas, los problemas a los que se refería
Domingo Faustino Sarmiento cuando decía: “Todos
los problemas son de educación”.
Julio San Martín, en
CABA, 07 de julio de 2025
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