domingo, 19 de febrero de 2012

Horacio Silvestre Quiroga Forteza (1878 - 1937)



Horacio Quiroga nació en Salto (Uruguay) y murió en Buenos Aires el 19 de febrero de 1937.  Hoy es el aniversario de su partida; lo recuerdo por muchas cosas. Hace poco tuve la oportunidad de visitar el lugar donde Quiroga vivió en Buenos Aires y se encontraba con Alfonsina Storni. Hay una película que me gusta mucho que se llama "Un oso rojo" donde el protagonista le regala a su hija un libro de lectura donde está esta narración ejemplificadora, como todo lo que escribió Quiroga. Escuché también que su prosa vívida fue comparada con la de Edgar Allan Poe.

Las mujeres decían que Quiroga era uno de los más pintones de la época. Pero, su vida estuvo signada por la tragedia y hasta él terminó fatalmente porque cuando se enteró de que padecía una grave enfermedad, decidió quitarse la vida, estando internado en el Hospital de Clínicas, donde actualmente tengo un amigo que trabaja allí.

El texto es el que sigue:


Se trata sobre unos flamencos que son invitados a una fiesta que organizaron las víboras y todos los invitados fueron vestidos con disfraces; pero los flamencos molestos por no poseer unos y por tener piernas blancas y pálidas, deciden ir al kiosco a comprar unas medias blancas con rayas rojas y negras. Cuando llegaron los vendedores no tenían esas medias entonces un armadillo les dijo que su amiga la lechuza les podía conseguir medias así. Al llegar a la casa de la lechuza ésta les consiguió unas raras medias que no parecían de tela. Eran blancas con rayas rojas y negras. Se las dio gratis pero con una condición: que no pararan de bailar en la fiesta. Ya en la celebración las víboras envidiosas de las medias de los flamencos, esperaron que uno de ellos se cayera al piso por el cansancio de bailar para que ellas pudieran ver de qué estaban hechas. Cuando un flamenco se cayó las víboras se dieron cuenta que las medias estaban elaboradas de piel de víbora, entonces enojadas empezaron a morder a los flamencos. Arrepentidos, éstos pidieron disculpas y desde entonces los flamencos tienen piernas de color rosa.


 Si de homenajes se trata, vaya éste, el mío, al maestro Quiroga.

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